jueves, 28 de noviembre de 2013

Cultura en calzones.


Cultura en calzones.

      Anoche estuve en una presentación de varios grupos de danza en la Casa de Cultura del cantón Santa Ana, Costa Rica. En uno de esos grupos está mi hija. Excepto una que tomó de soporte una canción brasilera, todas las demás ejecuciones (incluyendo la del grupo de mi hija) tuvieron como sustento un tema musical de alguna película infantil norteamericana, con letra, además, en inglés. Todas mal que bien reprodujeron aquellos espectáculos coreográficos ostentosos que Busby Berkeley puso de moda en los Estados Unidos entre los años 30 y 40 del pasado siglo. Lo único que faltó fue el clavado en la piscina y para eso, porque tal no había. ¿Cómo es posible que en un lugar como ese, en teoría un emporio de la cultura local, se favorezca este tipo de show, en detrimento de la cultura costarricense?
P.D: este video lo filmó anoche la madre de Lore, mi santa, en la Casa de Cultura de Santa Ana, San José, Costa Rica. Mi hija es la decimoquinta, de izquierda a derecha o de atrás hacia adelante, o de arriba hacia abajo, en la segunda fila, o en la tercera, o en la cuarta.
 
 

 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pancarta.



Pancarta.

     Me dijeron hace unos días que dentro de poco tiempo habrá elecciones aquí, en Costa Rica. Fecha exacta no se me pida; ya es bastante con saber que eso habrá. Y queso, para que muerda el nuevo ratón presidencial. Aquello, lo de las próximas elecciones, me lo dijo la madre de mi hija, con sorpresa, cuando le consulté sobre algo que vi en la tele – alegórico al tema –, sentado en la sala de su casa. Juro por lo más sagrado, mi hija, vaya, o mis padres, que no lo sabía: lo de las elecciones, repito y voy por un trío de veces. Ni siquiera sé quiénes son los implicados en el asunto. Tele no veo, jamás. Periódico leo alguno, cada tres meses, y voy de prisa si tomo en cuenta que, según Borges, periódicos deberían editar uno cada cien años, si acaso. Asociando, me doy cuenta ahora del porqué se me hacen “familiares” algunos apellidos: Araya, Chinchilla, ¿Arroyo? ¿Vallarta? ¿Messi? ¿Le Bron James? Tengo la obesa impresión de que no me irá ni mejor ni peor, sea quien sea el próximo presidente de esta República, esté o no yo al tanto del zarandeo del merengue presidencial. Por eso, no me desgasto con esas mierdas al uso y concentro mis energías en menesteres, digamos, de perfil más nutritivo. Al final de la carrera por el tribuno taburete, no creo que se haya movido un pelo mi in/estabilidad ciudadana. No obstante, alerto: aunque me entere dos años después de las elecciones, si es un neofidelista, un neochavista, un neocomemierda de corte populista, vaya, el nuevo presidente, que me cuente desde ahora entre sus enemigos.

martes, 26 de noviembre de 2013

Querella.




Querella.

(…) si ayer perdoné a los verdugos que indiscriminadamente me lanzaron con 23 años a los campos de concentración y a 48,000 compañeros más de desgracia, perdoné, te repito, porque no quiero que esta revolución sea como las otras que han devorado a sus hijos. (Pablo Milanés a Silvio Rodríguez)

Pudieran parecer valientes las palabras de Pablo Milanés, y quizá hasta lo sean. Solo que es una valentía con un matiz pantagruélico porque la revuelta cubana de las últimas cinco décadas y pico está jugando ya en extrainnings y todavía Pablo Milanés no se ha dado cuenta de que esa revolución se ha tragado 4 o 5 generaciones de sus propios hijos. Pero además, no es un clarísimo, primario ejemplo de Saturno devorando a su hijo, su referencia en primera persona a los campos de concentración que fueron las UMAP.
     
 

lunes, 18 de noviembre de 2013

Alternativo.

"Alternativo"
 
     Mi criterio estético, como el de cualquiera, también ha variado con el tiempo. Pero aun así, a mis 40´s, se me hace difícil meterle oreja a algo que, rocanroleramente no suene como sonaba la música a comienzos de los 90 y que me parezca bien. Y es que, a no dudarlo, el “alternativo”, el grunge, marcó la historia de la música. Fue algo así como un punto de quiebre de la inercia, un antes y un después de aquello. En fin, un Jesucristo sonoro. Aquí dos “monstruos” del “alternativo”: Eddy Vedder y Chris Cornell, cuando todavía no sabían que serían leyenda y desandaban juntos las calles de Seattle y arrabales aledaños, buscando espacios para Temple of the Dog.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Dame la mano y danzaremos, Teresita.


 
 
 
Dame la mano y danzaremos, Teresita.

       Murió Teresita Fernández. No hay cubano entre cinco y cien años, si es que hasta allá nos llega la memoria, que no la conozca. Qué cubano no tarareó alguna de sus canciones, todas concentradas en esa nostalgia ingenua, necesaria, que se nos grabó quién sabe dónde y ya trasciende nuestra infancia. Allá en la isla, a medio trayecto entre los Cuatro Caminos y San José de las Lajas (kilómetro 26 de la Carretera Central) se levanta como un tótem, a una orilla de la ruta, una ceiba peculiar: La Ceiba de Don Alejo (Carpentier). Según memorias del escritor, alguna vez se sentó bajo su sombra, a descansar y a degustar el paisaje y el árbol tremendo. Años después, incluyó al paquidermo vegetal en su novela "La consagración de la primavera”, lo describió, lo ubicó incluso geográficamente. Cada año, a finales de diciembre, celebrando el natalicio de Carpentier sucede allí en la ceiba, más que un evento, una “descarga” cultural formalmente informal. Entre poetas, botellas de ron, trovadores, alguna cosa para engañar el hambre, los locos cuerdos habituales, buena charla, Teresita Fernández y alguna vez la propia viuda de Carpentier, pasábamos - los ahora ausentes - quizá el mejor día de todo el año. Teresita nunca faltó. Le tocaba, además, digamos por tradición, cerrar “la función” tocando “Dame la mano”, el poema de Gabriela Mistral. Un par de veces debí ir a buscarla a su casa para llevarla hasta “la ceiba” y devolverla a salvo a su isla personal, siempre llena de perros y gatos, siempre hedionda, a qué negarlo, en aquel apartamento de un edificio de veinte pisos que se levanta en un liso barrio de El Cerro habanero como un pene erecto, acaso para recordarle a los transeúntes que allí la musculatura impone las leyes de la convivencia. En el trayecto hasta la ceiba, o ya de regreso, Teresita hablaba sobre cualquier cosa con un ímpetu invariable: lo mismo sobre las fases de la luna, el gato minusválido del que nació “Vinagrito”, el número limitado de mamíferos de cualquier especie que le permitieron llevarse de su antiguo caserón y mantener en el apartamento, los problemas para conseguir buenas cuerdas para la guitarra, un libro; el impulso era siempre el mismo. Apenas dejaba hablar, ni falta que hacía. La primera vez que fui a buscarla, algo de tiempo me dejó para contarle de mi gato, del accidente tremendo que sufrió y de como casi de puro milagro no murió, y logró - pasadores mediante en sus patas traseras - recuperarse. Al año siguiente, cuando llegué a buscarla, su primera pregunta, su primer pensamiento fue para el felino: ¿cómo está el gato? Al amor que repartió Teresita Fernández no se le puede parcelar porque nos quiso a todos, lo mismo a sus perros y gatos que a los millones de hijos que no engendró en su vientre porque le nacieron de otros. La Ceiba de Don Alejo ya no será la misma. Se murió la madre de todos los hijos de Cuba.  

martes, 12 de noviembre de 2013

FaceLook


 
FaceLook.
       Una mujer, un hombre, novios durante 7 meses, (15 esculturales años ella, 20 intrépidos él) se reencuentran, 35 años después, en facebook. Ella vive hace 30 abriles en EE.UU. En Noruega él, igual ponle tres décadas. Divorciados. 5 hijos en el tándem: 3 ella, él un par. La última vez que se vieron, Notre Dame ni en planos. Ambos en el andén: se les fue el tren con los mejores años. La mujer “sube” a su “página” unas fotos de cuando aquello del noviazgo sietemesino. Comenta él, elogioso. Comenta ella una de él, amarillenta, como esa de que habló Miguel Hernández. Ella, 180 libras en metro y medio de estatura, – centímetro más centímetro menos – ya no es la misma “de cuando aquello”. Él ni hablar: 200 en 1.75. Planean “verse”, por internet. Y lo hacen. Las imágenes son un horror, un atentado somático pero ninguno se atreve a escupirse las verdades en la cara. Si acaso: “estás más lleno”, “tú también”. Notre Dame en los planos la última vez que hicieron un trámite sexual. El señor ya ni recuerda si la sonrisa que se abre en la entrepiernas de una mujer es vertical u horizontal. Yo creo que es horizontal, medita. Tampoco recuerda si queda algo por ahí por donde sube y baja la cremallera de sus pantalones. Yo creo que sí, se alegra, porque meo. Planean encontrarse, en terreno neutral, Atenas, digamos. Y lo hacen. Ella según él: pa ´los leones. Él según ella: pa ´los cocodrilos. Por segunda vez ninguno se atreve a escupirse las verdades en la cara y vaya usted a saber cómo llegó hasta la cópula ese par de sandías pero hay milagro en plenilunio: lo logran. Dos miserables minutos demora el acto final de la tragedia griega. El tiene sus mañas, ella también. Pero el amor todo lo puede, o casi, y hasta se habla de matrimonio. Regreso a casa. Al día siguiente, notifica el de las 200 libras, por facebook, proposición de vuelta de página a quien fuera escultural jovencita a los 15 años. Acepta ella, con alivio.  

jueves, 7 de noviembre de 2013

Profanación.


 
Profanación.

      Según estudio encuesta de The Guardian, en Reino Unido, el 62 % de las mujeres chequea su teléfono celular o escribe mensajes de texto mientras tienen relaciones sexuales. Sucede lo mismo con el 48 % de los hombres. Supongo que por acá los números son similares. Será cosa de los años, pero con el tiempo he aprendido a aplicar los filtros con rigor y a estas alturas de vida apenas un par de cosas decanto en el tamiz de lo sagrado: las relaciones sexuales son una de ellas. Así es que ni de juego entro en ese porciento. Hay rituales en los que funciona, como castigo, la desviación de alguno de los cinco sentidos.  Hay rituales, en fin, que no deben ser profanados.

 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Recuerdos.


Recuerdos.

       Como dice esa canción  - Ciego amor – que tan rico canta la Gema Corredera: nunca fue buena de más la inocencia si arrastra quimeras vacías que me degeneran. Sí, está bien, pero aun así, siempre pongo la carne en el asador. Y si me quemo, pues nada, tarde o temprano me regenero, o como pueda me reinvento. Este grupo y Enrique Bumbury, fueron dos descubrimientos a los que llegué gracias a unas manos que hasta ellos me guiaron, manos ya ausentes, manos bajo las cuales mi piel ardió, y también se quemó como la carne en el asador. Nunca fue buena de más la inocencia, pero nunca fue buena de menos. Sigo poniendo la carne en el asador.