El Clon
En Costa Rica hay un guagüero (chofer de autobuses, para los lectores no nativos) que es el clon centroamericano del actor cubano Fernando Chavarría. A punto estuve de saludarlo hace un par de días con un abrazo injustificado que por poco me cuesta la vida. De poco valió que rebobinara el casete justo en el último microsegundo porque mi brazo izquierdo extendido cuan largo y flaco es, ya casi abracaba la espalda del guagüero en su puesto de trabajo. Coño, el Ferna no sabe manejar guaguas, y “hace una pila de días” me escribió para decirme que salía a cubrir un compromiso de trabajo en España. Por la mirada suplicante del guagüero ante mi gesto inusual, supe que daba inicio al trance mediante el cual los homo sapiens sapiens se entregan a la voluntad de su deidad favorita. Las 2 palabras que escupió sobre mi mejilla izquierda un pasajero sentado justo detrás del clon, fueron el detonante de la mayor gritería recogida en informe alguno según los anales de la ruta tica Santa Ana – San José: ¡! un asalto ¡! Cuando extravié la mirada para ver al tipo que ladraba en mi cara, altruista el driver, se la jugó accionando un botón que facilitó la entrada de aire fresco al autobús, a la vez que permitía la salida tumultuaria de los pasajeros por la puerta trasera, heroicamente abierta, recalco, por el empuje del dedo temerario del clon. Mi sonrisa de equivoco se interpretó como sadismo culinario: al tipo que dio la voz de alarma le faltaba un pedazo de la oreja derecha y el error genético fue atribuido a mis peripecias mandibulares. ¡! Le mordió una oreja al tipo aquel ¡!, bramó un atribulado pasajero. El muengo se desinfló después del grito, y arrebujado en el asiento se encomendaba con frenesí, lo mismo que el clon con 2 segundos de ventaja, a los ignotos designios supra terrenales y suprarrenales de la religión y el cuerpo. La billetera, todo el tiempo en mí mano izquierda, fue interpretada como un paquetico de explosivo C4 y los últimos en la maraña del despelote decidieron tirarse al piso ante la inminencia de la explosión y la imposibilidad de llegar a tiempo a la puerta trasera del autobús. Aunque vestido con jeans, sandalias, gorra tejida, tatuajes al uso y camiseta; la barba estilo Bin Laden me estigmatizó. ¡! Un terrorista ¡!, chilló una vieja sin dientes justo antes de salir impelida como una bala de cañón medieval por la retaguardia (del autobús). No sería una Magnum 44, pero la pistola que sostenía con ambas manos el policía parado en plena calle frente al autobús – un minuto después de aquel gesto primigenio y fatal de mi brazo izquierdo – le metía miedo al susto. Si añadimos al dato que el pedazo de hierro apuntaba directo a mi cabeza, el asunto ya comienza a tomar ribetes dramáticos. (PAUSA AQUÍ: hoy vengo con un carretón de “frases hechas”, pienso mientras escribo). A los 2 minutos de los pasajeros solo quedaba el peor recuerdo. Los que se habían tirado al suelo para morir como se debe – en postura horizontal – se arrastraron como culebras de campo hasta salir del bus y el muengo saltó con calificación de excelente, en clavado olímpico por la ventanilla. El clon temblaba como cuerda de guitarra, como margarita sometida a los embates de un viento platanero y tras pasar a la carrera por el Génesis, el Éxodo, Levíticos y Números, Ezequiel y Zacarías, se acercaba a paso firme a los linderos del Nuevo Testamento. De mi boca no salía palabra alguna, del asombro pasé a la incredulidad. A los 3 minutos el cerco policial semejaba un coro de niños en torno a la piñata. A los 5 minutos llegó el Negociador. Mateo, Romanos y los 2 Corintios en boca del clon. Tomando en cuenta que yo no había pedido ni un quilo prieto x la cabeza del guagüero, y que mis arcas están pidiendo un palo de escoba y un trapeador desde hace varios meses, 20 000 dólares es un número bonito. Techo firme el de aquel bus para soportar el peso de un helicóptero sin amilanarse, y aquí estoy yo, bandolero en fuga desde hace 2 días, sentado sobre la bolsa de billetes, laptop en mano dentro de la cueva, imprimiendo en página virtual el más auténtico testimonio de los acontecimientos, porque se que a CNN llegará, cuando me agarren, completamente desvirtuado el hecho.