El serpentín de la vida.
Suelo colar el tiempo como
en un alambique, por la hendidura de ausencias que soporto. Y suelo perderlo por
la misma grieta. Suelo dejar que la vida, la mía, se separe de mí y me tribute una
mueca viajera, similar al obsceno gesto del transeúnte ante la errática maniobra
del conductor. Para dolores debería alcanzarnos con los físicos pero esos son los
benignos aunque no lo sean. Y para incólumes los inmortales, si acaso. No hay
fisura sin quebranto, no hay dolor sin aposento aunque no sea material la
morada. Nunca habrá desvarío donde cerebro falte, nunca habrá cobardía sin
contraste, pendejada sin hombre que la resista.