Rebelión en La Comarca y un bolero que te salve la vida.
Un escritor con nombre
de bolerista acaba de rechazar un premio literario que concede el suplemento
cultural Áncora, del diario La Nación, el de más peso en la comarca. La causa,
según él: “…irreconciliable divergencia política e
ideológica con la línea editorial de ese diario, a la que considero falaz y
tendencioso en el tratamiento y cobertura de la información nacional e
internacional, incluida la del ámbito cultural y artístico”. Cuestión de
criterios, pero además, el premio no incluye cheque. El leitmotiv de la perreta
no se vincula con las pistas que aporta la clásica sentencia yanqui, la
incontrastable fallow the money,
porque aquí de money no hay un cinco.
Por tanto, la gallardía es dudosa y nada cuesta hacerse el tipo duro. ¡Ayy, ya
quisiera verlo envuelto en el mierdero periodístico cubano para que aprenda lo
que es falacia y manipulación descaradas de la información! Y ya quisiera verlo
atreverse a tanto allá. Porque si allá viviera, a no dudarlo, lo que aquí
piensa allí no lo pensaría, y lo que aquí dice y hace, en Cuba huevos para
hacerlo no tendría. Ahora mismo, en la antilla más grande, el escritor Ángel
Santiesteban (y del que ya desearía este, aunque fuera de lejos, salpicarse con
algo de sus creativos sudores) se pudre en una cárcel apenas por protestar
contra ese régimen que teóricamente también se opone a las doctrinas
neoliberales y con el que, deduzco sin mucho análisis, tantísimas simpatías
debe tener este Fernando Contreras que comer frutas no sé, pero boleros
no creo que cante. Según aquel que hereje cree ser: “Mi libro Fragmentos
de la tierra prometida es una sincera y apasionada
denuncia del daño que las políticas neoliberales, defendidas explícitamente por
ese periódico, le han causado a nuestra sociedad y, particularmente, a los
sectores más vulnerables de ésta” Primero, según edición 2012 de la Real
Academia Española de la lengua, ese “ésta” ya tilde no lleva, y segundo, sería
bueno que en ara de desmontarle ese adoctrinamiento que lo enceguece, La Nación
publicara sin dilaciones la carta d su ahora público contrincante. En un país
democrático, y este es el caso, un premio literario, venga de la institución
que venga, no es otra cosa que un reconocimiento a la calidad de una labor
creativa. Eso parecer no saberlo él. No estamos hablando de un premio que
concedió un rotativo de Corea del Norte. Hace unos años de este señor leí un
buen borrador de lo que pudo haber sido, quizá, con un poco más de paciencia,
una buena novela: “Única mirando al mar”, y hasta ahí las clases. ¿Se atrevería
este utópico Tomas Moro de los tiempo que corren a rechazar los 150 000 toletes
verdes que ofrece Alfaguara en su premio anual de novela o los tantísimos de Seix-Barral,
por divergencias ideológicas con los directivos de la primera y herederos de Carlos
Barral en el segundo caso? ¿Se atrevería a rechazar los 125 000 euros del
Premio Cervantes o el ¡one million dollar baby! del Nobel por similares causas, y
además, por haberse atrevido aquellos, por ejemplo y para no ir muy lejos, a
otorgarle semejantes reconocimientos a Mario Vargas Llosa, neoliberal consuetudinario? En ocasiones se impone
pensar las cosas más de una vez antes de tomar decisiones. La arrogancia
ondeará siempre donde el viento no sea lo suficientemente fuerte como para
tumbar un asta. La valentía no se vale cuando se muestra la pechuga ante rival
famélico, intrascendente. No por gusto se llama como se llama el hombre: hay algo de
bolero en todo esto.