Crónicas castrenses. (X
y final)
No vive un pueblo de
romántico desaliño, de promesas, de sacrificios inenarrables en pos de un
futuro que nunca llega. No vive un pueblo de barbas sin arreglar desde hace más
de 50 años, de greñas al viento que hoy parecen más los pelos de una escoba
vieja que lo que antaño fueron. No vive un pueblo vestido de verde olivo para
toda circunstancia. No vive un pueblo que no se regenera, que se desangra por
cualquier orilla, por cualquiera de sus aeropuertos a como dé lugar y contra
todo riesgo. No vive un pueblo de la diatriba constante de sus regidores, ni de
traiciones. No vive un pueblo del castigo brutal de sus gobernantes. Una nación,
un pueblo que bajo esas circunstancias discurre, si acaso – apenas por estática
milagrosa – sobrevive. “Fiel” Castro
es un documental del cineasta cubano Ricardo Vega, hoy exiliado en Francia. Haciendo
una pedestre culinaria comparación diría yo que si un pedazo de pollo fuera el
film, habría que chuparle hasta los huesos. Buena parte del material de
archivos que lo conforma fue sacado clandestinamente de Cuba. Lo que ahí se verá,
y sobre todo, se escuchará, no son precisamente las palabras de algún
improvisado “desafecto” a la revolución cubana. Je
le raconte comme ils l´ont raconté, así comienza la película; no pasemos
por alto ese detalle. Ojalá quien esto lea disponga de los 51 aleccionadores
minutos que dura el documental. Para botón de muestra tenemos, por
ejemplo, los 44 segundos que transcurren del minuto 43:00 al 43:44, agréguele a esas palabras la humildad de los gestos y ya verá que rico
pastel sale de ahí. No sobra cerrar con una máxima de José Martí: cuando los pueblos emigran, mal van los
gobiernos. Y otra, de vox populi
dirigida a los amantes de la utopía desecha: cuando no sabes, mejor te callas.