miércoles, 30 de septiembre de 2009


Se nos muere Septiembre.

A memoria limpia - pues el único ejemplar de que dispongo permanece en préstamo desde hace varios meses - coloco aquí, ahora que veo-siento como la lluvia se desploma a cántaros mientras cae la noche sobre Costa Rica, y para no "irme en blanco" en el cierre de mes, el texto homónimo de mi libro Pasajero del Invierno. No recuerdo con certeza si la división de los versos y la colocación de los signos de puntuación en la versión de celulosa es la misma que ven ustedes aquí, pero al menos tengo la certidumbre de que no sobra ni falta palabra alguna...

Llueve,
y chorrea en los portales la tregua del verano,
pero los otros prefieren drogarse con la brasa
a contener el bochorno del martirio
mientras yo,
pasajero del invierno,
si tuviera boleto reservado hacia Diciembre
o hasta el último crepúsculo boreal,
perdería la ocasión de irme,
porque llueve,
y eternizo la mirada sobre tus pechos de agua.

domingo, 20 de septiembre de 2009


Soliloquio


Si necesitas nutrientes, te redimo con las migajas que lancé al foso de los cocodrilos. Debes ir a buscarlas. Si proyectas golpearme, sin pausa inclinaré el torso hacia el costado que me permita, con más impulso, devolverte el gesto como un hachazo. Si pretendes amarme, te odiaré. Si me abandonas seré feliz. Si caes a mi lado, no dejaré que el sol te hiera, un montículo de tierra será tu confidente. Si te adelantas, sin desearlo me detendré. Si te rezagas, con más fuerza correré. Si me sonríes temeré. Si te molestas conmigo, intratable seguiré. Tus motivos de duda alimentaré. Sonriendo entre la muchedumbre tu soledad cultivaré. Si pretendes citarme, impuntual seré. Si me cortejas, descortesía te ofreceré. Si me rechazas trascenderé, pero si vienes por mí, ahh muerte, inexorablemente me iré. Si me retienes contigo, lo entenderé.

miércoles, 16 de septiembre de 2009



Circularidad

No sé si de alguna manera seguiré aquí cuando se rompa el último de los círculos que aprisionan, con el vigor y la monotonía de un aro concéntrico, las rutas de acceso al destino perenne. No alcanzo a saber si viviré lo suficiente para sentir el peso de los años. No sé quien velará por estos huesos que reposarán ¿en que lugar? ¿Tendré energía suficiente para desplegar las ramas del arbusto que abonaré? ¿Será la ausencia el último de los círculos? La eternidad nos espera, enérgicos o pusilánimes, la hierba necesita de nosotros para seguir creciendo y lo sabemos. El intervalo siempre dolerá, lo mismo aquí que bajo el cielo magrebí. No logro reconocerme en territorio alguno: amanece siempre igual, siempre anochece.

sábado, 12 de septiembre de 2009



On the road

Debo encontrar la manera de readecuarme, recuperar el paso, reinsertar el pensamiento y la piel en el viejo esquema y repetir la idea con cualquier otra palabra que comience con la letra r y me sirva para remachar el concepto. Como casi siempre, tiempo no es lo que sobra para estar aquí, pero aún así me doy el lujo de meterme en camisa de 11 varas, e improviso a la carrera, en par de minutos, un ejercicio de escritura sobre la página Microsoft Word en blanco. Postergo para peor ocasión (encarne ahora con la letra p) mis intenciones de frenar el movimiento de rotación del planeta sobre su eje con el propósito de extender, cuando menos hasta las 36 horas, la duración del día terrestre. Suelto los libros, postergo también la gestación de clases, el estudio del contenido a impartir, la redacción de 500 informes de trabajo y el habitual desgaste sicológico porque quiero remover las teclas sin orden ni concierto, errático, a la deriva y expresiones similares. Me alcanza ahora con reconocerme cerca de quien soy : ¿quien soy, que soy, donde? Transcribo sin preocuparme por la existencia del Paraíso (1) y eso es lo único que cuenta. Vengo a devolverme. Me reconozco: ¿a quien, como?; no lo sé, pero el silencio y la vorágine no mutilan mi pisada.


(1) Eduardo René Casanova Ealo.

martes, 8 de septiembre de 2009


En Cuba

En Cuba no se puede orinar en ninguna esquina porque se corre el riesgo de mearle las botas al guardia de turno, y entonces ya usted sabe lo que le espera. En Cuba la gente no ceja en el intento de cagarse verbalmente y a toda hora sobre la madre del dueño del Fidelcomiso, pero siempre bajito, porque cagarse en voz alta conlleva una replica fecal en los pantalones, aunque sin mierda, porque no hay con que hacerla. En Cuba no se pueden encender los equipos de aire acondicionado porque todo el petróleo asignado a tan aburguesada encomienda, ahora pertenece por entero al Socialismo, es decir al bunker-mansión donde reposan, a temperatura siberiana – para garantizar la eternización – los restos insepultos de un muñecón de carnavales de metro ochenta de estatura, forrado de pellejo, relleno de guata y mal vestido con indumentaria deportiva. En Cuba no se puede colgar un cuadro en ninguna pared de más de 50 años sin riesgo de muerte por aplastamiento. En Cuba no se puede lavar la ropa interior con el jabón que ¿facilitan? en las bodegas porque aumentarían dramática y letalmente los niveles de colesterol de las ladillas y los caránganos. En Cuba se venden clavos para extender el número de huecos en los cintos, y se venden balones de gas para incrementar el número de suicidios por asfixia e incineración. En Cuba se puede ver beisbol – de ligas menores – siempre y cuando en el jardín central pueda leerse un cartelón que raza: el futuro pertenece por entero al Fidelcomiso. En Cuba las palanganas se venden como toboganes y los tubos de regadío agrícola como flotadores. En Cuba amor se lee de atrás hacia adelante aunque sea con una vieja del Medioevo. En Cuba la tridimensionalidad va quedando detrás, en el pasado; mientras más lejos de la costa se esté, más plano se vuelve el horizonte. En Cuba el tiempo no camina, rema, y casi siempre contra la corriente, incluyendo la del Golfo. En Cuba se come tierra, cable, soga, cualquier cosa que raspe la garganta, perfore los intestinos y no alimente. En Cuba la gente se muere dos veces: en vida y cuando les toca.