lunes, 12 de diciembre de 2011

Expediente X.


 
       Uno llega a un país X sin que nadie lo mande a buscar, de sopetón, helando la sangre, improvisando mentiras para cruzar esa frontera y después la otra, y la otra, con la esperanza de llegar al país Y, repitiendo el sketch que bien salió en las fronteras anteriores del abecedario. Pero el país X tiene otros planes para uno, y quizá para dos y para tres y para cuatro millones si tantos llegaran de sopetón, sin que nadie los haya mandado a buscar, helando la sangre, improvisando mentiras. El país X te deja entrar, cruzar la frontera, pero solo esta, no la siguiente. Y uno tiene que decir: bueno, pues aquí será, aquí tendré que sacar la carpa, improvisar el campamento, existir aquí. Y entonces uno vive porque dejarse morir es lo fácil en estos casos. Y mientras vive conoce, y sueña y sufre y ama. Y uno llega incluso a querer a ese país letra X que te dejó cruzar una frontera pero llegar a la siguiente no. Y uno quiere moldearlo pero no es posible, es posible moldearse dentro de él, pues el extraño es uno. Luego uno entiende que el mundo es así, que el extraño siempre es uno, o dos, o tres, o cuatro, o cuarenta millones que vivimos donde no nacimos y crecimos. De todas formas hay que vivir, hay que soñar, hay que amar porque la muerte nunca duerme pero no se cansa. Y siempre es bueno compartir con una mujer, si no es posible la cama al menos el pensamiento. Y siempre es bueno compartir la alegría y el quebranto con un amigo, con aquella mujer. Uno llega a un país desconocido, X, y con el tiempo, que tampoco duerme pero asedia, se va metamorfoseando, y al rato uno es el mismo pero no. Y no hay raíces, pero aun así, uno despliega ramas.

P.D: En la foto, vista de San José de Costa Rica.