En alta mar II
Paul Watson quedó en
libertad en Alemania. En estática milagrosa ha quedado la orden de extradición presentada
por las autoridades de Costa Rica. El egregio ambientalista pagó una fianza con
cuyo montó se podría construir un barrio de clase media. El próximo paso de las
autoridades germanas es un secreto a voces: cagarse soberanamente en la
petición de extradición emitida por este pequeño país centroamericano y
declarar no a lugar el proceso penal que
en contra del capitán del Ocean Warrior
y fundador de la organización Sea
Shepherd se pretendía concretar aquí. Otro gallo cantaría si orden como
aquella les hubiera llegado a los germánicos, por ejemplo, desde los Estados
Unidos, desde Japón o desde alguno de los brazos fuertes de la Vieja Europa.
Pero la orden llegó desde Costa Rica y eso es casi un desacato a la moral de
los hijos de Bismarck. ¿Dónde me dijiste que estaba Costa Rica?¿En África? Ahh mira
¡!, es esta cosa que ni se ve en el mapa, en Centroamérica ¡!. Me han dicho que
es un país de indios, y que llueve mucho...Lo mismo que la quilla de su barco
multimillonario, la soberbia del canadiense no conoce de jurisdicciones: ya
convocó, para mañana mismo, a una protesta en Berlín, frente al Palacio de
Bellevue, por la presencia en suelo teutón de Laura Chinchilla, la presidenta
de los ticos, quien tiene previstos un par de encuentros con Joachim Gauck y Ángela
Merkel. Según Paul Watson, en Costa Rica su vida correría peligro y el juicio estaría
viciado porque las mafias de aleteo manipularían el proceso. Siempre es un lujo
tener una mente abierta y pródiga en fantasías, pero creo que llega demasiado
lejos la imaginación de Paul Watson, tanto que se despeña por el barranco de
las pifias y el ridículo más soberano. Ya calientan el aceite en el cuarto de máquinas los pistones del
Ocean Warrior,
las focas y las ballenas del Ártico o de la Antártida esperan ansiosas la
llegada del protector de cetáceos, el postmoderno Poseidón de los mares y océanos del planeta
Tierra. Y que reserven con tiempo suficiente para confesiones y demás asombros que deberá dios escuchar, los marinos de algún impreciso pesquero que se ponga a golpe de casco del
Ocean Warrior, porque a cualquier barquito
tercermundista le pueden gastar una broma pesada en alta mar.