martes, 16 de diciembre de 2008

Acerca de La Palabra Poética , ensayo del narrador, poeta, ensayista y crítico cubano Cintio Vitier. Creo q era más cómodo decir simplemente : escritor.

Primera parte

No existe elemento o símbolo más contundente que el lenguaje,la palabra,para demostrar nuestra supeioridad como especie. Tal es asi que, descontando la posición erguida y el empleo de herramientas con el apoyo de la facultad prensil de la mano, se convierte en el más sólido argumento que ostentan, acaso inconscientemente, las multitudes – la masa cárnica,diría Eduardo del Llano - para salvar su condición humana.

Pero además,irónicamente, ha sido el empleo más o menos preciso, más o menos digno del lenguaje, como complemento del pensamiento, o como instrumento de trabajo, lo que ha sustentado, históricamente, la única grieta o diferencia entre humanos, en mi criterio, socialmente insalvable: la intelectual.

Partiendo de aquí, no es difícil imaginar porque Sócrates (470 – 399 a.c) evadió la palabra escrita y prefirió el camino de sus diálogos “dialécticos” para acercarse y cuestionar la sociedad ateniense 2500 años atrás. Su aversión ante la voz impresa podría ser tomada más como respeto ante el influjo críptico, que como simple rechazo. Más no debemos olvidar que incluso, tal vez, la máxima del clásico racionalista : “conócete a ti mismo”, pudiera arrojar algo de luz sobre su quizás limitada capacidad como amanuense. Sócrates dominó las claves de la mayeútica, la ironía y la dialéctica, pero debió esperar el turno de Platón y Jenofonte para ganar la causa de la inmortalidad.

Es innegable la reverencia ancestral que se le debe a la palabra esculpida con y como oficio, no solo por su valor histórico y cognoscitivo, sino, y sobre todo, porque abrió una- otra manera de mostrar, entender o interpretar la vida, el Mundo, el Universo todo; algo así como un replanteamiento de la realidad como conjunto, pero ahora partiendo de una dimensión estética.

En la primera parte de su ensayo La Palabra Poética, denotada, “La escritura y la voz”, Cintio Vitier señala que Sócrates ..confía más en el diálogo que en la participación como fundamento de la ciudad , definiendo participación como el acercamiento a la palabra escrita. Vitier expone la conducta socrática, cuya causalidad se avala por el temor ante la majestad muda de la palabra escrita. Su referencia es precisa, pero necesariamente fugaz, pues su intención es sumergirse de inmediato en los abismos de una voz mayor que nuestra propia voz, en el sendero sin retorno que indica, tomando la impecable definición de J. Lezama Lima en “La dignidad de la poesía”, la marcha de lo real hacia la imagen. Los argumentos expuestos al comienzo de este artículo intentan discernir, esclarecer aun más, desde una pausa más prolongada, el por qué de la posición socrática, pero siempre desde una postura radical a favor de la palabra escrita, y sobre todo, de la palabra poética.

Por otra parte, al abordar la postura de Heráclito en torno a “La escritura y la voz”, las razones esbozadas por el ensayista se vuelven imprecisas, en mi criterio, por una causa mayor: lo difícil que resulta engarzar en un criterio coherente y creíble la teoría de “todo fluye”,de que no podemos descender dos veces al mismo río, con la palabra poética. Es decir que, aunque la creación poética significa en una primera etapa un ejercicio productivo y dinámico del pensamiento (todo fluye) y en una segunda la abolición del poeta que escribe,y el nacimiento del poeta que lee ( intertextualizando aquí palabras del ensayo “Recapitulaciones” de Octavio Paz ); una vez escrito el poema,el flujo podría cesar,e indefectiblemente ,una vez releído se estancaría la corriente y comenzaríamos a descender hacia profundidades ya conocidas.

En el ensayo La Palabra Poética, Cintio Vitier no aborda directamente los postulados fundamentales de Heráclito, apenas dice de aquel que escogía la polaridad del cambio irreversible frente a la parquedad de la palabra inmóvil. Y una vez más, parece necesaria la parquedad, quizás como soporte adhesivo de la causa mayor, del tema central. Pero el ejemplo, la referencia, no parece ahora tan exacta, porque nuestra inevitable remisión al pensamiento cardinal de Heráclito, tocado allí de soslayo, pudiera hacernos dudar ( por lo ya dicho ) de su validez para apoyar el discurso ensayístico. No obstante, si invertimos los términos, comprobaríamos que las máximas de Heráclito ofrecen, como tema, terreno muy fértil para el crecimiento del pensamiento reflexivo y de la poesía. Para ejemplificar lo dicho, bastaría leer “El río de Heráclito”, un hermoso poema del poeta,dramaturgo y novelista cubano Antón Arrufat, donde sentimos fluir, más allá de la palabra, la sensibilidad humana en cualquier circunstancia, tiempo, luga, ¿o será tan solo la superior capacidad de asombro del poeta lo que allí discurré?