La memoria de mis días.
En un recuerdo de nieto
viviré. Es probable que me extienda, si acaso, hasta ahí. De los espejos que he
sido ninguno de mis rostros hablará bajo tierra y no obstante, ninguna de mis
dudas, ninguno de mis temores, ninguna de mis derrotas morirá conmigo. En otros
vivirán, me sobrevivirán. El ente físico, el hombre que he sido prevalecerá solo
hasta mi final, y morirá conmigo: extenuado, rugoso, con menos ímpetu, con malos "humos", pero
será quien soy, hasta el apagón. Cuando no esté, si alguna imagen mía pudiera
remontar la cuesta, prevalecer, si alguna evocación visual pudiera yo legarle
al nieto, no quisiera que fuera la memoria de un Atila. Me conformo con alguna
en la que el hombre ya en declive, derruido – próximo el ocaso – mantenga
incólume su condición, su intención de hombre. Quizá una imagen como esta,
ojalá así fuera.