viernes, 13 de febrero de 2009

Iconoclasta

Cuando pasaron los 43 minutos que en hora pico del Metro de Washington, el 12 de enero de 2007, le bajaron los sumos y los niveles de testosterona a Joshua Bell ¿pariente de Graham Bell? – y la congregación de los infalibles emitió entonces el alarmante veredicto en el que ¿informó? que la Humanidad no está preparada para asimilar las ejecuciones de un concertista virtuoso disfrazado con gorra de pelotero, o lo que es lo mismo, la belleza fuera de contexto - con otras palabras que resumieron ellos en 350 folios - , a cuatro snobs picadores de gusanitos que deambulaban en Parísssss por la Rue Montmartre, se les ensuciaron los calzoncillos leyendo el informe y las conclusiones sobre el asunto. ¡ Que sensibilidad desbordada, que altísimo nivel de comprometimiento con las mejores causas el de aquellos snobs afrancesados, capaces de donar una millonada para restaurar la cuerda resentida en el longevo Stradivarius de Graham Bell, digo no, de Joshua Bell, aquel día terrible en que la chusma exteriorizó su chusmería indolente, su irreflexión consuetudinaria ante el maestro y sus ejecuciones joya en mano, en el Metro de Washington !!. Y mientras tanto, en otro rincón del Mundo un grupo similar – en número, no en estilo - de talibanes en fuga, guillotinaba 5 pescuezos de familia traidora y ametrallaba, horas después, un falso convoy de la ONU cargado de opio y semillitas de amapola, con el noble propósito de fatigar en la espera a los consumidores, y garantizar un precio de venta para la carga, más ajustado al mercado europeo, al bolsillo snob y a los durísimos tiempos actuales, que aquel que pretendían proponer, como intermediarios, los dobles moros - pero rasurados - de los cascos azules, a los drogadictos locales. ¡ Que grandeza de espíritu, que tremenda idea la de aquellos barbudos especuladores , degolladores natos, enemigos confesos de todo lo que huele a tijeras, champú, loción anticaspas y maquinita de afeitar !!: disparar hasta el infinito los precios del estupefaciente para que no se quede a medio camino, devorado por la chusma indolente, de irreflexión consuetudinaria e incapaz de asimilar la belleza fuera de contexto, y logre llegar, incólume, o casi, a las manos adecuadas, las de aquellos snob afrancesados dispuestos a soltar una millonada – dado que ya no quedaba ningún otro asunto pendiente y apremiante que resolver en este Mundo - para restaurar la cuerda dañada en el longevo Stradivarius de Graham Bell, o de Joshua Bell, o de Bell-South, lo mismo da, el día que la chusma exteriorizó su chusmería indolente, su irreflexión consuetudinaria, y le bajó los sumos y los niveles de testosterona a Graham Bell, o a Bell Corp., o a Joshua Bell, el 12 de enero de 2007, o el 18 de Brumario, o el 24 de Diciembre del 43 000, lo mismo da, y risa también.