viernes, 18 de julio de 2014

Six Pack.



 
Six pack.

       En cuanto asoma el día – porque hoy descanso toca en el Porfirio´s Restaurant – así, a lo decimonónico, a lo trágico, te dices: me voy a la costa con un six pack. Solo, porque llevarla no puedes a hacerte talco la psique en este día sin sombras, con esos nubarrones casi pétreos, made in para ti. Y allá te veo, con el culo cosechando callos sobre la roca, el sombrero hasta las cejas para que el viento no lo arrastre, la camisa un papalote. Y destapas la primera cerveza, medio vacua la mollera, y a la segunda, coño, mi hija, y que lejos está. Pero venga otra Corona fría, que se corta con los tijeretazos del aire. Y tú que si me agarra la policía esto va a ser cagarse y no ver la mierda. No importa, de todas formas la mierda nunca se ve, se esconde. Hasta la mierda que no se defeca se esconde. Allá el que tenga mierda que esconder. Y te acuestas sobre la piedra, y dale ahora con el sombrero que se lleva el viento. Y corres a buscarlo, – menos mal que no voló hacia el mar – la camisa un papalote, la vida misma un papalote hasta que se la lleve el tiempo. Por aquí no se ve un alma hasta la otra milla, mejor. Y a la cuarta ella era buena imitando hasta que se venía, hasta que se quería, pero que va, eso de compartir su juego de nalgas nunca me convenció, que no éramos Eluard, Gala, Dalí. Y además por mucho rehearsal que le metiera, ni de chiripa le salía la vergüenza. Y a la quinta lo peor que le puede pasar a un hippie es tener que afeitare todos los días y trabajar en el Porfirio´s ese. Y a la sexta mi hija, coño, y que lejos está.  

miércoles, 16 de julio de 2014

Conflicto de baja intensidad.



Conflicto de baja intensidad.

         Esto de meter el cuerpo por terraplenes ajenos a los que laboralmente frecuento, me crea un conflicto existencial de baja intensidad. Como la guerra de guerrillas, vaya, para meter ejemplo bélico latinoamericano. Si la propina del Porfirio´s Restauant de la Commerce Street de South Beach fuera cuando menos digna, quizá el conflicto desaparecería. Pero no es tal el caso y por tanto, apuro la mente para ver si más temprano que tarde, retomo mi guardarraya habitual y me incrusto en el fanguero mitad amanuense, mitad pedagógico que tanto goce me ha dado, que tanto el hígado me ha tostado.

martes, 15 de julio de 2014

Sin un brazo.


 
 
Sin un brazo.
      
          Al paso que voy, con esto de sobrevivir sin Internet en la casa, ahorita no me queda biblioteca pública por conocer en el Dade County de Florida State. Lo curioso del asunto es que, lo mismo que yo, a estos sitios nadie viene buscando libros físicos. Pero ayer se me ocurrió meterle un glimpse a dos anaqueles en una public library del Miami North West, región metropolitana donde, por cierto, uno siente cierta empatía étnica, folklórica, con el Deep South de la nación. Debieron ser cuando menos 300 títulos los que parpadeé. Autores conocía 3, o 4, para mentir. A ver si me invento una biblioteca en casa aunque sea de libros que no leeré, para ver si el Internet me llega por extensión.
 
 

lunes, 14 de julio de 2014

Brasil: saudade.


 
 
Brasil: saudade.

         Cuando Mario, ese alemán con fenotipo de Luigi, futbolista para despertar más señas, y sañas, sobre todo entre aquellos que en el planeta Argentina viven, metió el gol que descoció el alma de los gauchos, en el episodio final del Campeonato Mundial de ingestión de bebidas alcohólicas, y futbol, Brasil 2014, sin palitos de tendera se quedaron los alambres de Buenos Aires. Y es que forma no había en aquella ribera del Río La Plata, de contener la moquera tumultuaria. Pero ya vendrán otros campeonatos mundiales, de ingesta similar y goles parecidos; así es que no hay que perder la pampera esperanza de ver a la tropa local – envuelta en la nube del confeti mediático – agitando después del besuqueo metálico, la estatuilla - cumbre sin reclamo del mal gusto estético – amarillo chillón.       

jueves, 10 de julio de 2014

I´m back.


I´m back.
 

 

 

            El tiempo es un cabrón que tregua nunca ofrece. Por esa canal corre una savia viscosa, una carga de sucesos que se amontonan entre el primer día y el último de ese cuerpo  impalpable que a alguien, alguna vez, se le ocurrió llamarle vida. Y aquí está la mía, rehaciéndose, diluyéndose otra vez, en ese caldo tibio y jodedor donde se mece, en un precario equilibrio más literal que literario, la existencia. Gente buena y no,  sobre la ruta de estos casi 7 meses de vida en los Estados Unidos, encontré. En fin, lo habitual. Pero anima saber que no solo los de siempre han estado ahí, que han sido más los gestos nobles que su cara opuesta, que logré esquivar incólume todas las invitaciones a jugar Candy Crush Saga, que por cada miserable que conocí, hubo cuando menos un rival en sus antípodas y que aunque de diámetro discreto, algún huequito de luz he visto en las paredes de ese túnel sabatiano por el que ahora corren a una vez aquel cabrón que pausa no permite, y mi savia vital, viscosa, enjambre de sucesos que se amontonan, para decirlo a la manera del poeta Feliberto González Rebollar, colgando como una ristra de ajo en medio de la nada, o en un cuarto de desahogo, que para el caso es lo mismo.