domingo, 15 de febrero de 2009

Buena suerte Pancho

Cobarde como soy para enfrentar estas cosas, llevo 2 días tratando de escribirle a Pancho, de dejarle – sin abandono – nuestro cariño familiar en la cuartilla, atado con un beso en el hocico, sin tener que partirme la mejilla con una lágrima hirsuta, ni el pecho con un dolor de lujo. Y ya ven, apenas tecleo los umbrales del texto, se me estruja la mano y la conciencia me agrede sin misericordia. Porque Pancho merecía más de lo que pudimos darle, y nunca fue mayor la culpa que cuando estuvo más cerca de nosotros, pues lo más lacerante ha sido reconocer que de nosotros, no importa que forzada, conoció el dolor insoportable que siempre dejan las despedidas definitivas. Todavía proyecto con el eco en la memoria su ladrido de infante despreocupado; con este nudo casi gordiano en la garganta, su mirada siempre agradecida – de infinita confianza – ,su abulia pueril y su manía de querernos desesperadamente. Cobarde como soy para enfrentar estas cosas, estoy tratando de escribirle a Pancho, de dejarle – sin abandono – nuestro cariño familiar en la cuartilla, trabado con un beso en el hocico. Pero no hay forma de evitar que la lágrima corra y parta la mejilla, y que se instale, grosero, este dolor de lujo en el costado izquierdo.. No son muchas ni pocas las palabras que queremos dedicarte Pancho: para consumir la ausencia no hay más consuelo que sufrirla. Te queremos amigo. ¡ Buena suerte !! No temas nuestra ausencia, no repares en el silencio de nuestras voces. Allí en tu nuevo hogar reposa nuestro olor en tu memoria, y te acaricia nuestro pensamiento. ¡ Corre Pancho, corre, y déjate alcanzar también por aquel niño!! Pensando lo feliz que yo sería si pudiera ser (una vez más) tu compañero / se feliz / como si yo estuviera contigo / ¡No tengas demasiada seguridad de que no estoy contigo! (1)

(1) Walt Whitman.