Palabra hueca.
A la gente de la izquierda política, ideológica, idiosincrásica y sin gracia, suele írsele la rosca y dejar la tuerca bailando en el tornillo. La intención primaria es ajustar ambos hierros – el problema y la gritería – pero el yerro es harto frecuente. La vida bohemia como look y no como certeza, la ausencia de garbo, la barba de siete días o de siete meses, la natación contracorriente, el consumo de cerveza local en lugares con nombre elitista o de novela, donde abunde la monserga intelectualoide, seudo artística, cuasi creativa y chata, no son patrimonio exclusivo de la tropa de asalto de la izquierda ideológica. No señor. Las reflexiones filosofales – sin piedra – y la habladera de detritus radiales, tampoco. Sin embargo – según precepto martiano – para que el amanuense mantenga incólume su probidad, debe en justicia honrar a quién honra merece, y el discurso metatrancoso de la izquierda tica tiene sus filigranas dignas de campeonato, cuidado un podio. Radio UCR se lleva los primeros lugares en autogoles, swings al aire en dos strikes sin bolas y arrancadas en falso en la línea de salida; sitial de honor en el medallero de las descalificaciones espontaneas. Ayer a media tarde tuve la desdicha de escuchar el desajuste de dos vencedores. Debemos luchar para sacar al país del drama y la tragedia en la que estamos viviendo. ¡¿!? Primer strike. Y el segundo: Tenemos que rescatar lo poco que de humanidad nos va quedando. No digo el nombre de los pescadores de curvas del home hacia afuera para no herir concretas sensibilidades y evadir el síndrome de la vergüenza ajena, pero no hay duda de que estas frases son un monumento a la bobería, a la estupidez. ¿Drama? ¿Tragedia nacional? ¿Acaso griega? La facundia me hizo dudar, un dramático segundo, de mi ubicación geográfica, temporal: ¿estoy en San José de Costa Rica o estoy en Kosovo, Mogadishu o Ruanda en la primera mitad de los años 90? Tranquilo, estás en Costa Rica. Y es que ni siquiera con matanza, hambruna, limpieza étnica e involución genealógica se puede hablar de drama, tragedia humana y salvamento de género en una comarca donde incluso sin aplicación de geles ni aceites de sex shops, todo resbala. Si en 1485, en la Batalla de Bosworth Ricardo III ofreció su reino por un caballo que le permitiera salir en estampida de aquel lugar; en 2011 la plebe de Costa Rica, el 90 porciento de su población, se tira sin pestañear el salario de un mes en una tarde de compras en un Mall de la comarca. Y si algo quedó en los bolsillos, vamos a llenar el intestino grueso con comida rápida y por extensión, vamos a torturar la báscula. ¿Drama? ¿Tragedia? Con todos los problemas, deudas existenciales, metafísicas y materiales que como especie aún arrastramos, del año cero para atrás y hacia acá – salvavidas para el Renacimiento – lo mejor que se ha vivido es lo que estamos viviendo. Ojalá pudiera yo montar en un carretón del tiempo a quienes dicen lo contrario, y dejarlos donde mejor les parezca: en la prehistoria, el Egipto faraónico, la Grecia de Pericles, la Roma de los Césares, el Medioevo pestilente, la Europa de la Revolución Industrial, estaciones intermedias o paradas más recientes como fueron los comienzos del siglo XX o la Revolución Cubana. Y que me cuenten al regreso si conocieron o no lo que es amor de mulata. Para palabras sin asidero firme, gloria ni eternidad, ya tenemos bastante con las que salen de las letras locales; para comparsa nos alcanza con la que ganó en los últimos carnavales.