jueves, 21 de enero de 2010



Adiós mi viejo querido ¡!

No encuentro manera de levantar el ánimo. Mi padre regresó ayer a Cuba. Lo tuve casi 5 meses junto a mi, y este regreso al origen es como vivir una pesadilla despierto. El tiempo se hizo breve junto a mi padre, su cercanía fue un bálsamo para mi espíritu. Las despedidas son una mierda. No sé cuando volveré a ver a mi padre, pero sé que lucharé por un nuevo reencuentro, quizá definitivo, en territorio continental…Mi viejo querido, íntegro de la cabeza a los pies, regresó sin deseo alguno, convocado por un compromiso ético que aún lo ata a la Isla. Nada relacionado con política, ni con ideologías. Aún está mi madre junto a mí, pero 40 años de feliz matrimonio no es cosa que se disipa como frágil doctrina, y como “el viejo” ya no está, Mami regresa en marzo a Cuba. Ya estoy buscando una tabla a la que pueda aferrarme para no hundirme cuando se marche. Llevo a cuestas una tristeza vieja que no merezco yo ni los casi 3 millones de cubanos que alimentamos la diáspora. Se la debo a un loco ahí que cuando joven se estrelló a voluntad, contra un muro, a toda velocidad en una bicicleta, y como por desgracia no murió en el performance, se creyó un elegido de la providencia y pretendió rehacer (deshacer) un país a su antojo y desvarío. Mi padre y mi madre están entre los casi 12 millones que también cargan, desde el terruño, con esta misma tristeza vieja. Sé que llegarán tiempos mejores para todos los de mi raza, sé que llegará el día en que mi Tierra finalmente desechará los harapos políticos que desde la indigencia, la mal visten, sé que dejaremos de ser un titular de parodia en los diarios del mundo entero y espero que mis padres, yo, y los hijos y padres de todos los que comparten mi raíz geográfica, cuando eso suceda, tengamos ojos para verlo.