domingo, 10 de enero de 2010



Dos películas.

No estoy de ánimos para escribir. Tuve la intención de comentar mis impresiones sobre un par de buenas películas que vi hace varios días, pero voy a restringirme a dejar una escueta reseña-recomendación para aquellos que aún no han visto este par de largometrajes. Atonement (Expiación), y traducida para los circuitos hispanos como Expiación, deseo y pecado, es el nombre de una de estas cintas. Coproducción franco-británica estrenada en el 2007, dirigida por Joe Wright, y con las actuaciones protagónicas de James McAvoy (Robbie) y Keira Knightley (Cecilia), la trama se desarrolla entre Gran Bretaña y la Francia de finales de los años 30, y la primera mitad de los años 40 del siglo XX, con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo. Una vez más la historia de un amor imposible llevada a celuloide, o tecnología digital, lo mismo da, porque señores, esta es una historia que no necesita del alarde tecnológico para imponerse: con lo que ofrece ya tenemos bastante para quitarnos el sombrero. Sin melodrama, sin efectismo meloso, esta película toca profundo en el corazón humano. La intensidad del tempo narrativo se mantiene bien alta de principio a fin, aún cuando el filme transcurre sin prisa. Con 2 premios en los Globos de Oro y 7 nominaciones al Oscar en el 2008, Expiación, deseo y pecado es de aquellos filmes que ameritan un alto en la vorágine…La segunda película que recomiendo, Into the wild, Camino Salvaje para el espectador latino, también del 2007 y dirigida por Sean Penn, está basada en un hecho real ocurrido a comienzos de los años 90 (siglo XX) en los Estados Unidos. El joven de 22 años Christopher McCandless (Emile Hirsch), agobiado por los conflictos entre sus padres, abandona su casa y su confortable vida material para lanzarse a una aventura espiritual que lo llevará a recorrer buena parte de los EE.UU y algo de México durante año y medio. Por el tono medio hippie que prevalece durante todo el largometraje, pudiera parecer que Sean Penn idolatra esa vida solitaria, disipada y sin ataduras materiales que experimentó McCandless durante ese tiempo. Pero no. Justo al final de la película, y ya abocados al trágico final, son justamente unas líneas escritas por el protagonista en su cuaderno de notas las que nos hacen replantearnos la validez de una vida errante: la felicidad solo es verdadera cuando es compartida. Justo al final, todo lo que pareció idilio alcanza ribetes de absurdo. Una bella película. Vale la pena verla.