lunes, 4 de mayo de 2009


Carpe Diem

Que no se pierda la vida, al otro lado no hay más que incertidumbre y piélagos deshabitados. Al menos donde yo iré nadie me estará esperando, el camino siempre será el mismo abajo y arriba y este montón de huesos ahora recubierto de acontecimientos, dará paso a otro montón de huesos brevemente recubierto de incienso y tierra. La eternidad llegará en esa nube de polvo que recubre los caminos, las piedras y el rostro de los caminantes. Tu soledad sin embargo me estará esperando allí donde yo iré, pero no serás tú quien le acompañe sino tu ausencia, y tampoco seré yo quien llegará a su encuentro sino el quejido amargo que desde ahora exhalo porque bien sé que el camino siempre será el mismo – preñado de polvo – abajo y arriba y ese Dios volteriano es apenas una excusa, un invento cobarde para tratar de sepultar nuestro temor de ancestro a lo perecedero. Carpe Diem, no hay más atributos contra la penitencia y los amagos en círculo, no hay mejor recompensa que estar vivo ni temor más severo que la muerte. Puedo no saber quien soy pero defiendo mi existencia febrilmente para que llegue a ser quizá entre risible y heroica la antesala de lo eterno y no se pierda la vida en simulacros estériles. Para evadir mí destino en la insultante aridez del polvo que recubre los caminos, las piedras y el rostro de los caminantes; corales brotando de mi pecho ya vacio derramándose en el arrecife y algas sobre mi pétreo cuerpo será todo cuanto podré legar a los días futuros. Será entonces suficiente recompensa lamer las caderas de una mujer compacta con el mismo mar que lamerá mi abandono. Que no se pierda la vida, al otro lado nadie seguirá con los ojos el estallido cromático de los otoños y las primaveras, nadie eyaculará ni verá en un pretil la elegante figura del gato sedente. Donde yo iré nadie me estará esperando pero el viaje no comienza aún; es todavía mi rostro de caminante el que se recubre del polvo milenario, todavía soy yo quien disfruta su mejor recompensa, acaricia en retina los otoños, las primaveras, la lluvia, el invierno, eyacula, repara en la elegante figura del gato sedente sobre el pretil y se pregunta si alguien, en algún lugar, espera por mí.