Hugo Chávez ganó ayer,
en reelección consecutiva, la presidencia de Venezuela. Estaba yo por aquellos
rumbos cuando en noviembre de 2006 se llevó en claro a Manuel Rosales en las
presidenciales de ese año. Pero la gente con la que hablaba me decía que el asunto
era cuestión de tiempo, de poco tiempo, para verlo caer; que el pueblo iría
aclarando a buen paso sus horizontes mentales y que en las próximas
presidenciales perdería por una milla espaciosa frente a cualquiera. Y sin
embargo, mírenlo ahí, otra vez en el pedestal, con su sombrero de tres picos laxos y casacabeles en las puntas. No es difícil comprender el por
qué de su victoria, no es difícil asociar un capítulo de telenovela al gusto de
las muchedumbres, no es difícil homologar en un solo cuerpo, trabado incluso,
los derroteros espirituales de las multitudes y una función de circo, aunque no
sea romano. Por eso ganó Hugo Chávez, y perdió Venezuela.