Teatro Mágico. Solo para locos. Entrada cuesta la cordura. Un libro resumido en una de sus sentencias, que bien pudiera resumir también el sentido último, o primario, según postura no ovípara, para cualquiera que se atreva en serio frente a la página en blanco. Hermann Hesse poniéndole nombre, y apellidos, al itinerario de públicas simulaciones dentro del que se mueve un escritor auténtico, édito o inédito, aquí o en universo paralelo. Teatro Mágico. Solo para locos. Entrada cuesta la cordura. No alcanza para un escritor con intuir o saber cuán bien escribe y cuanto sufre, disfruta y se energiza al hacerlo el cuerpo y el cerebro que habita: si no se ponen ambas piernas al otro lado del umbral del Teatro Mágico, entonces no habrá posibilidad de injerto a la vida después de la vida. El pago de la entrada no garantiza la estancia después de la estancia, pero brinda derrotero cierto al creador, a El lobo estepario, y con eso ya es bastante dicha porque se ocupa butaca frente a las tablas, o acaso dentro de ellas. Teatro Mágico. Solo para locos. Entrada cuesta la cordura. Cuántos, pregunto, entre los miles de millones de paseantes de aceras, traspasarán la puerta del Teatro Mágico, conocerán ese galpón donde con rictus manierista recrearán esta fracción de vida, pero también, eventualmente, otra.
P.D: En la imagen, Hermann Hesse.
P.D: En la imagen, Hermann Hesse.