Juegiving
Un día, en la era del
bronce, me di un atracón de guanajo y me indigesté. Mi abuela (paterna) sentenció
el asunto diciendo que “ese animal” me hacía daño, que no podía comerlo más. Palabra
santa – y alma también – la de mi abuela
paterna. Pero hace casi un año vivo en los Estados Unidos y hoy me estreno en sangibi (que esto es Miami) y en patio
ajeno con guanajo a doble ración porque habrá un pinareño en el convite. Así es
que quizá la noche se insinúe conversadora aunque alguno de los presentes la
cierre bailando y gozando con la Orquesta Sinfónica Nacional de Hialeah.