jueves, 22 de diciembre de 2011



Ubi bene, ibi patria: ¿ciudadano del mundo?

     Un buen amigo cubano me dijo que pertenecemos al lugar en el que por primera vez nos sobrecogió una puesta de sol, un amanecer, al lugar en el que por primera vez vimos el mar, al lugar en el que por primera vez hicimos el amor. Le dije entonces que bien podríamos sentir ese infalible sacudón que provoca ver el mar por vez primera, en un lugar – entiéndase país – y pagar la novatada sexual en otro. Me respondió que solo en raras ocasiones estos asuntos primigenios del espíritu no germinan en el mismo suelo y que en casos así, simplemente no hay sentido de pertenencia a tierra alguna. No hubo réplica. Quien esto escribe nació en Cuba, creció en Cuba, se hizo hombre en Cuba; sintió y disfrutó en Cuba, por primera vez en su vida – y por segunda, tercera… – todo aquello que al inicio del párrafo se enumera. Y a Cuba me voy mañana. Cuatro semanas. Cubano soy de la cabeza a los pies, pero: ¿pertenezco aún a ese lugar? Creo que sí, pienso que no. Tal vez lo sepa cuando llegue allá, quizás lo sienta cuando aquí regrese.

Ubi bene, ibi Patria: Donde se esté mejor, ahí está la patria. (¿Cicerón, Pacuvio?)

martes, 20 de diciembre de 2011


Rep. Pop. Dem. Korea: tierra de invictos cortauñas.


        Se murió el máximo líder de la república que fabricaba los mejores cortauñas que ojos humanos vieron en mi tierra natal. Y eso es algo de peso, los cortauñas quiero decir, o piense en los metros cúbicos de agua que desplaza un barco repleto de contenedores llenos de cortauñas. RPDK eran las siglas que crípticamente identificaban el lugar de procedencia de aquellos buenos cortauñas. Con el tiempo llegué a pensar que lo único que producía aquel país eran cortauñas. Como también llegué a pensar que lo único que producían Singapore, o Hong Kong, eran soldaditos de juguete porque la URSS se llevaba las razones del culto al made in en la Cuba de la Cuarta Glaciación (1959 – 1989): desde una lata de carne hasta una lata de leche en polvo, desde el carro, la locomotora, el avión hasta las cajas de bolas de la chivichana, el Made in URSS era letra ubicua y todo lo demás monocultivo industrial, incluyendo a la RPDK. Todavía hoy tengo la sensación de que – descontando las plantas, los animales, los cascarones de lo que tal vez alguna vez fueron edificios – no hay mucho más que cortauñas en la RPDK, lugar apócrifo donde hace dos o tres días murió su máximo líder, Kim Jong Il. Y fíjese usted en el parecido del nombre del difunto con el sonido que propone al caer un cortauñas. La causa del deceso del querido camarada fue, según fuentes locales, cansancio físico. Imagino que debió correr sin descanso una maratón de la frontera norte a la sur, par de veces, ida y vuelta, y solo la muerte lo detuvo. No se especifica en la nota de prensa oficial si el postrer quejido que emitió el cuerpo al caer fue similar al de un cortauñas. Pero se sabe que, al menos por allá, se le ha llorado con más ganas que por acá. No obstante, tome en cuenta que en un coreano del norte esas lágrimas y esos mocos sufridores, de abandono y desconsuelo ante la inconsolable ausencia del máximo líder, tienen mucho en común – para hacer una equivalencia genuinamente RPDK – con las lágrimas y los mocos de un cortauñas.

domingo, 18 de diciembre de 2011


Balompedicure III


        C´est fini, se acabó el Campeonato de Invierno del futbol tico y la Liga Deportiva Alajuelense (Alajuela) se llevó el jolongo con el trofeo y los billetes a su cuenta bancaria en el partido de vuelta de la final contra el Deportivo Herediano (Heredia). No será esta la Liga de las Estrellas de España ni la Premier League, pero pasiones enciende por millones en este país el campeonato local de futbol y alma, corazón y vida dejan los equipos en el terreno. Aplausos extra ha merecido esta final, en ovación. La gente de Heredia le apostó con más ganas que fe a una victoria que no saborearon, y para articular con tiempo el show, la provocación mediática, se vendieron por millares en esa ciudad camisetas con el slogan Heredia Campeón. Pero en este deporte como en cualquier otro la filosofía es de 1+ 1 y el vencedor no es otro que aquel que derrota al rival en la contienda. Para decirlo a la manera del refranero popular de habitual serranía: no se pueden contar los pollitos antes de que rompan el cascarón. Y ganó La Liga, por tanto, las camisetas del Club Herediano pasarán a la historia como sudario. Fue un buen juego de futbol, intenso, de llega y vira, con un árbitro que estuvo todo el tiempo más pintado sobre una valla que haciendo algo concreto sobre la grama. Por la cantidad y crudeza de algunas faltas – sobre todo en los primeros veinte minutos de juego – el partido debió terminar con una nomenclatura de futbolistas similar a la de un juego de baloncesto: un cinco contra cinco. Pero ya se dijo que el árbitro estaba en cualquier parte menos en el terreno. Herediano tuvo más posesión de balón, tiró más a puerta, provocó más inspiraciones en el graderío y anotó menos goles. La Liga aguantó rodilla en tierra los primeros minutos, y los últimos, movió el balón con fundamento, tuvo buenos contragolpes y se llevó el campeonato 6 a 5, en penales, después del 1x1 en tiempo reglamentario y prórrogas. A estas horas de la noche los bares de Alajuela deben estar a reventar. Las esposas mal atendidas deben estar haciendo su agosto navideño revolviéndose entre las sábanas con el amante.

viernes, 16 de diciembre de 2011


La Nación/Opinión: Verdades de Perogrullo, disparates alopécicos.

        Rara avis es el día que en las páginas de Opinión del periódico La Nación, de Costa Rica, aparece un artículo sobre asuntos sociales escrito por un sociólogo, un artículo sobre el entorno arquitectónico urbano escrito por un arquitecto, un artículo sobre medicina escrito por un médico. Lo común en esas páginas donde no es poca la sandez que se habla es ver un artículo sobre astronomía perforado por un ingeniero en prospección petrolera, un artículo sobre agricultura sostenible vestido por un estilista, un artículo sobre política de precios repujado por un talabartero, un alegato sobre ingeniería genética carburado por un viceministro de transporte, un bodrio sobre política internacional engazado por un cirujano reconstructivo, y así hasta el cansancio de la suma de inversas proporcionalidades. Cualquiera diría que opinar es opinar y no hay porque forzar un vínculo entre el tema y quien lo sostiene. Pero opinar en el periódico más importante del país, a media página y sobre asuntos que no se dominan es cuestión peligrosa. Recordemos que el tumulto amorfo, la impersonal multitud no está hecha para pensar, está vaciada en un molde patrón del que no sale un muñeco de cera porque se mueve, habla y se reproduce – también – fuera del molde, aunque siempre a coro. Lastima reconocerlo pero es así. Y un criterio inválido emborronado por otro muñeco de cera cárnica – un Don Nadie que cuelga en hogareña pared un título universitario que, piensa él, lo separa de la muchedumbre – e impreso en un sitio que más que periódico se considera una institución en este país, puede ser tomado como bandera por la concurrencia aunque ni trapo para aferrar un caldero caliente sea. Los juicios se mueven en un rango que oscila entre el disparate descabellado y la verdad de Perogrullo. He aquí, en síntesis, una botonadura de muestra de criterios medio sapiens escupidos por orinantes de La Nación: Los libros de Nietzsche deberían prohibirse (Abogado), Las Torres Gemelas cayeron por una conspiración del partido republicano (Anestesiólogo), La inseguridad genera temor (Ingeniero), La Edad Media – sobre todo la Baja – fue un periodo de auge y florecimiento humano en las ciencias exactas, humanísticas y en el arte, superior al periodo Renacentista (Médico), Ser ateo es un crimen (Médico), La contaminación ambiental es un peligro para la salud ( Licenciado en Administración de empresas), No caben más aviones en el espacio aéreo de Costa Rica (Consultor jurídico) Con la digna excepción de un triunvirato de puntería: Carlos Alberto Montaner, Sergio Ramírez, Jacques Sagot, va siendo hora de soltar esas palancas de Arquímedes que más que mundos influencias mueven, para ceder humildemente espacio, y no precisamente aéreo, en las páginas de Opinión, a quien honor merezca.

miércoles, 14 de diciembre de 2011


 
Diciembre sin pausas.


      Me voy a comprar un par de zapatos dijo el pobre cuando diciembre llegó para empezar el año nuevo pisando si no firme al menos mejor. Me voy a comprar una blusa un vestidón un par de gafas una boina una carretilla llena de gangarrias dijo la empleada cuando diciembre apretó el paso y en el almanaque se coló. Me voy a foránea ribera con este paquete “todo incluido” para soltar la gandinga chancleteando calle arriba boulevard abajo mar adentro dijo el funcionario cuando el año laboral se le acabó. Me voy a comprar un nuevo carro otro avión un trasbordador espacial un pedazo de la Luna – el porqué no lo sabe –dijo el gerente el empresario el magnate cuando diciembre gritó aquí estoy yo. Me voy a sentar un rato para tomar un segundo aire un tercero los que sean necesarios para tratar de seguir viviendo dijo el desahuciado el desvalido el enfermo terminal cuando miró hacia abajo desde la cuesta de diciembre por la ventana de la esperanza y vio la guardarraya de meses que sobrevivió.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Expediente X.


 
       Uno llega a un país X sin que nadie lo mande a buscar, de sopetón, helando la sangre, improvisando mentiras para cruzar esa frontera y después la otra, y la otra, con la esperanza de llegar al país Y, repitiendo el sketch que bien salió en las fronteras anteriores del abecedario. Pero el país X tiene otros planes para uno, y quizá para dos y para tres y para cuatro millones si tantos llegaran de sopetón, sin que nadie los haya mandado a buscar, helando la sangre, improvisando mentiras. El país X te deja entrar, cruzar la frontera, pero solo esta, no la siguiente. Y uno tiene que decir: bueno, pues aquí será, aquí tendré que sacar la carpa, improvisar el campamento, existir aquí. Y entonces uno vive porque dejarse morir es lo fácil en estos casos. Y mientras vive conoce, y sueña y sufre y ama. Y uno llega incluso a querer a ese país letra X que te dejó cruzar una frontera pero llegar a la siguiente no. Y uno quiere moldearlo pero no es posible, es posible moldearse dentro de él, pues el extraño es uno. Luego uno entiende que el mundo es así, que el extraño siempre es uno, o dos, o tres, o cuatro, o cuarenta millones que vivimos donde no nacimos y crecimos. De todas formas hay que vivir, hay que soñar, hay que amar porque la muerte nunca duerme pero no se cansa. Y siempre es bueno compartir con una mujer, si no es posible la cama al menos el pensamiento. Y siempre es bueno compartir la alegría y el quebranto con un amigo, con aquella mujer. Uno llega a un país desconocido, X, y con el tiempo, que tampoco duerme pero asedia, se va metamorfoseando, y al rato uno es el mismo pero no. Y no hay raíces, pero aun así, uno despliega ramas.

P.D: En la foto, vista de San José de Costa Rica.

sábado, 10 de diciembre de 2011


eL hOMBRE nUEVO


      En cuanto a emociones y actitudes somos más o menos lo mismo desde que al primer sapiens se le ocurrió arrascarse la cabeza y tomarse la barbilla entre los dedos de la mano izquierda antes de sonarle un soberano mazazo en la mollera – con la mano derecha – a un mamut malherido. Y en las mismas estuvimos durante medio millón de años, aproximadamente, hasta que surgió, pudiéramos decir por generación espontanea, el nuevo sapiens, es decir, El Hombre Nuevo, en una isla del Caribe, para mejorar las coordenadas. Tanto se intentó que al final se logró, se fomentó, se solidificó cual magma volcánico milenario – y no poco trabajo costó – El Hombre Nuevo (y que no falten las mayúsculas) en Cuba. Diría más, diría yo que en Cuba El Hombre Nuevo se agigantó cual atadero de montañas que cordilleras formó, de mierda. Ahora bien, Justo es más que un nombre de guajiro y siendo así, justo es reconocer que no es poco el mérito de la hazaña. No es poca cosa un salto evolutivo de magnitud semejante. Medio millón de años comiendo basura. No es cosa que apoca deconstruir un país entero en apenas cincuenta años, pieza a pieza, paso a paso, reconcentrándose en la faena, sin apuro, invirtiendo – y dale con los gerundios – martianamente los términos, es decir llamando al mundo para que lo vean a uno demoler, meti/culo/samente lo que un día fue – fuimos – y ya no somos y quién sabe si a estas alturas de geografía histórica no volveremos a ser nunca jamás, para llegar hasta El Hombre Nuevo. Aunque fe que no falte: si ellos pudieron derruir, por qué no podremos nosotros reconstruir. Para no desentonar con la configuración del paisaje autóctono, rural o urbano, lo mismo da, de la Cuba de hoy, apuntaremos que El Hombre Nuevo es una carreta de bueyes llena de desparpajo en los enseres de crianza, una pieza digna de la atención de los más potentes reflectores, esponja sin Bob, megalómana, que absorbe todo lo que huela a "metralla" foránea, justificación del salario de aquellos lingüistas que, contra viento platanero o marea de Malecón habanero, a capa roída y espada mellada o dándose de cabezazos contra el muro de las lamentaciones domésticas, defienden todavía la armonía y belleza de nuestra lengua materna. En fin, que mejor detengo la enumeración porque una rima pobrísima me sale y hasta puedo llorar de la emoción. Tiemble el enemigo que amenaza a convertir en polvo lo que amamos (aunque rezuma un cierto y rancio sabor de gesta, esto me suena más a cantar o canción pero no de Los Nibelungos ni de Rolando); en fin, por segunda vez, y concretando, enmaraña´o como estoy de mala manera esta noche con los gerundios y volviendo a la idea que trunca quedó entre tiemble y amamos; si usted ve un pullover o camisa con más letreros y colorines que una valla publicitaria de la Pepsi, que nadie intente profanar su destino incierto: esa le pertenece por entero a El Hombre Nuevo cubano. Si usted ve unos jeans resbalando a mitad de nalgas en un maniquí de tienda barata, no permita que mortal no criollo le arrebate a El Hombre Nuevo el privilegio de imitar la indecencia del plástico, compré esos jeans de pulguero ipso facto, y envíeselos a cualquier Hombre Nuevo isleño. Salvando las diferencias de contenido, no así de forma, El Hombre Nuevo es el más celoso y entusiasta practicante del trocadero de cabezas de Thomas Mann. Lo que no se sabe aún es como llega a sus hombros la cabeza del maniquí encueruzo. Pero de que llega, oye, ¡llega!; no hay más que ver los gestos y meterle oreja a la logopedia de El Hombre Nuevo para comprobarlo. Así las cosas y después de cincuenta años de experimentación para llegar a este nuevo escalón evolutivo – La Hombruna Novedad – es muy probable que dentro de otros cincuenta años, si el ritmo evolutivo actual se mantiene en esa ínsula caribeña y estos ojos me alcanzan para verlo (lo cual no creo) asistiremos al nacimiento (aunque ya no por cría espontanea, sino por progresión en reversa de la especie) de El Hombre Nuevo habilis, paso previo para llegar a El Hombre Nuevo erectus, paso más chévere antes de reencontrarnos con El Hombre Nuevo Australopitecos, y así sucesivamente...

P.D: En homenaje al reguero científico, aclaro que en salto con garrocha de los tiempos, Cuba quedó, como todo el mundo sabe, por encima del listón ecuatorial, por lo que las similitudes con el Australopitecus originario serían solo físicas y mentales.

jueves, 8 de diciembre de 2011


Médicos de Serie B. II (Final)



         Tomando en serio el precepto compartido entre Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato de que periódicos e informativos televisivos deberían editarse y/o transmitirse uno cada cien años, ajeno como he estado en estos últimos días a la intrascendencia noticiosa de la galaxia que habito, incluyendo huecos negros y supernovas próximos o distantes, acabo de confirmar, hojeando periódico La Nación de Costa Rica del pasado sábado 3 de diciembre, aquello que hasta un cegatón veía venir: “Caja cede a reclamo de médicos para poner fin a la huelga”. En su momento, la cuasi noticia debió correr como pólvora de efectos de navideña pirotecnia en similares instrumentos de manipulación informativa establecidos en la comarca. A pesar del riguroso titular de portada, mamotreto adentro y a página entera se pretende engalanar el arbolito de la pelotera médica de fin de año con los términos “acuerdo”, “respeto”, sensatez”, “posiciones comunes” y otras farsas al uso. Un acuerdo entre dos entidades en disputa significa que ambas ceden, se desplazan un poco de su postura inicial para alcanzar ambas partes también un poco de sus propósitos. Pero esto no sucedió aquí. La Caja Costarricense del Seguro Social se hincó de rodillas, se humilló públicamente ante los reclamos de los medicuchos de turno. Fue tal el descaro y la prepotencia de aquellos que galenos dicen ser, que a última hora de “negociaciones” y ya seguros de su pírrica victoria – no olvidemos quienes fuimos los rehenes de esta horda con estetoscopio por garrote y batas blancas por pieles – se atrevieron a quitar la mascarilla carnavalesca de “profilácticas” a su reclamo vacacional, ¡y aun así La Caja cedió! A estas alturas de semana, más de una capital europea o estado de la Unión Americana ya empobrecerá sus calles y afeará sus paisajes con la presencia de alguno que otro de estos miserables de Víctor Hugo que ni siquiera tienen el encanto de aquellos descarados europeos decimonónicos. Según el insulto noticioso, La Caja logró que los médicos y anestesistas (es por aquello de identificarlos por el lugar de trabajo y los medios que utilizan para simular la taera, por nada más) se comprometieran a evacuar – esta palabra también significa defecar – en un lapso de seis meses los millares de consultas y operaciones canceladas por la huelga. Es decir que lograron que aquellos que, repito, dicen ellos médicos ser, hicieran lo que tienen que hacer. En términos análogos es algo así como si yo me comprometiera a recuperar las clases que por mi propia irresponsabilidad mis estudiantes dejaran de recibir. Ese tipo de compromiso no requiere intervención ni presión institucional para cumplirse porque es un compromiso personal, ético, moral. Si antes de la huelga la mortalidad en las intervenciones quirúrgicas del corazón en el Hospital de Niños rozaba términos judiciales, y llueven las quejas por mala praxis en cualquier otro tipo de intervención quirúrgica en este país donde ejercer la medicina es negocio redondo en vocación de plomero, no quiero ni pensar en lo que saldrá de la marea de operaciones al estilo de un trabajo comunal, o voluntario, que se nos viene encima. La cota – insólita, insuperable – de la desfachatez, fue la publicación en el artículo de marras de este periódico de yerros, de una foto en la que se abrazan, sospecho que después del des/acuerdo, los representantes de La Caja y de la Unión Médica Nacional. ¡Señores!, ya se sabe que honor no hay por esos rumbos, pero hay que mostrar al menos un ridículo pudor, o simularlo. Alivio da saber que vergüenza queda, ajena.

martes, 6 de diciembre de 2011


Ringtone.


       Tener un teléfono en Cuba, en los años sesenta, setenta, ochenta y hasta en los noventa, era un lujo que pocos podían darse. Gente hubo que fue a jugarse la vida al África, el Medio Oriente y Centroamérica por el botín comunicador. Me voy dos años de misión a Nicaragua y con eso garantizo – al regreso – el teléfono para la casa. En no pocas ocasiones el regreso sería más cómodo que el habitual: en uniforme de gala, acostado sobre fina felpa y musicalmente socorrido el proletario internacionalista por la Compañía de Ceremonias del Ministerio de las Fuerzas Armadas tocando a paso de redoble una impecable marcha fúnebre. En casos como ese lo primero en llegar a la patria agradecida eran los pies del invicto combatiente socialista; dos segundos después llegaba el cuerpo. Pero no importa, habría teléfono en casa, en la de otro. Todavía en la Cuba de los años ochenta sentar a una fémina en un sofá con un teléfono en la mesita contigua era como sentarla en el reclinable de un Ferrari Testarrosa. Preludio de vixxxtoria. Debe ser hijo de un mayimbe porque tiene teléfono en la casa, dirá la jovencita, a la mañana siguiente, a su mejor amiga. En los años noventa la situación cambió, telefónicamente, no hay que exagerar. Se sacaron ¡a concurso! centenares, miles de líneas de teléfonos fijos. Calificaban en los primeros números aquellos que se habían comido un león sin masticarlo y no les llegaba aún la triste – y dolorosa – hora de defecarlo intacto. “El sindicato” (es por decir cualquier cosa) se encargaba de reunir a la plebe trabajadora para el debate en pos del auricular privado. Y la gente aprovechaba el momento para oxigenar el local de la reunión abriendo los ventanales de los viejos rencores. Los ganadores en la contienda revolucionaria de dimes y diretes verían su nombre impreso – la utopía hecha verdad –en unas listas de schindler que se colocaban en cualquier muro o pared sin peligro de derrumbe, inminente, no hay que apurarse. Los culebrones de turno comenzaron a transmitirse también telefónicamente, incluyendo los dinásticos. Y el desempleo nacional, por extensión no telefónica del acontecimiento, bajó hasta cero con el titánico incremento de los gloriosos camaradas-escuchas del Ministerio en Ropa Interior. Hace un par de años la telefonía móvil pasó – en Cuba – del sueño a la pesadilla real. Se destapó la Caja de Pandora y la caja de un muerto que, dicen, se levantó para ver un teléfono celular antes de seguir viaje. Pero esa historia merece otros dígitos, otra configuración, otro desorden, otro ringtone.