jueves, 22 de julio de 2010



Lo peor del dragón está en la cola.

En 1998, Jesús Hernandez Cuellar, editor, reportero y articulista con amplio currículum, y actual director y editor de Contacto Magazine, “enganchó” esta entrevista con el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante. Un año antes, al concedérsele el Premio Cervantes, Cabrera Infante esculpía ya, definitivamente, el rasguño en la piedra de que hablara José Lezama Lima. En 2005, a los 75 años, 40 de ellos sin ver una puesta de sol desde el Malecón habanero, fallecía en Londres. Murió sin Patria, pero sin amo, dijo entonces su esposa, la actriz cubana Miriam Gómez, retomando los versos de José Martí. Doce abriles se fueron ya desde que Guillermo Cabrera Infante hilvanó estos criterios para Contacto Magazine, y de tan certeros que fueron, aún hoy, década y algo después, siguen siendo un dardo en dirección al centro del blanco. El comentario ya huelga, constaten aquí debajo:

Jesús Hernández Cuellar. (J.H.C) Dentro de Cuba ha surgido un movimiento en favor de los derechos humanos y la democracia bajo el acoso de la Seguridad del Estado. También se sabe de algunos artistas contestatarios que critican cuando pueden. ¿Cree que esto es síntoma de alguna apertura, un estallido de ciertos sectores que han llegado al límite pese a la represión, o pura debilidad del castrismo?

Guillermo Cabrera Infante. (G.C.I) Puede haber diferentes motivos (no razones: Fidel Castro es cada vez más irracional) para el comportamiento del régimen. Uno de ellos es que ni la KGB ni la Stasi existen más como consejeros del diablo. Pero las amenazas contra cualquier disidente y las detenciones de periodistas independientes permiten creer que las palabras apertura y Castro son incompatibles. El régimen, es evidente, se tambalea. Pero hay que creer el viejo proverbio chino: "Lo peor del dragón está en la cola".

J.H.C.- ¿Cómo evalúa la presencia de ese "nuevo exilio" intelectual cubano en Europa? ¿Es monolíticamente anticastrista, hay matices o hay una tendencia, con excepciones, a consagrar el castrismo en el extranjero?

G.C.I.- El régimen de Castro inventó una nueva modalidad de lo invisible: los "quedados". Se trata de exiliados que viven en el extranjero pero no están en el exilio. Han salido de Cuba con permiso pero con una condición: podrán ganarse la vida en el extranjero, y no serán hostigados ni hostilizados por los miñones de Castro dentro o fuera de Cuba. Pero que no se les ocurra siquiera criticar al régimen castrista. En esa categoría hay varios cubanos conocidos (o desconocidos) que cumplen rigurosamente el acuerdo con Castro como un pacto con el diablo.

J.H.C.- Zoé Valdés ha sido finalista del Planeta en 1996. ¿Qué opina de su labor literaria y de sus posiciones políticas respecto a Cuba?

G.C.I.- Ha habido una reacción negativa con (o contra) Zoé Valdés, motivada en parte por la envidia y en parte porque Zoé se ha mostrado más valiente que los "quedaditos" que ahora la atacan. No quiero cometer la grosería de decir que ella ha evolucionado hacia un contra-castrismo, sino que a medida que su voz se ha hecho más fuerte su mensaje es cada vez más claro. Como sucede con todo cubano decente ese mensaje es cada vez más enemigo de lo que ella ha llamado el Comediante en Jefe.

Zoé nació en 1959. Esa fecha sirve para distinguir a los que nacieron bajo Castro de los que conocían la Cuba de antes y han mentido por interés personal o por lo que es peor - por miedo. Todos estos escritores (y no escritores), toda esta generación fue engañada no sólo por Fidel Castro y sus secuaces, sino también por sus padres, madres y maestros que conocían otra Cuba y presenciaron su destrucción en silencio. Como cómplices. Para ellos, para la gente de Zoé Valdés, dentro o fuera de Cuba, tengo, si están adentro, compasión y comprensión, si están afuera y si han sabido liberarse de la larga mano de Castro, tienen toda mi simpatía y, si puedo, mi colaboración: presenté a Zoé Valdés en la entrega de los premios Planeta y la hubiera presentado con gusto si ganara el premio Cervantes. Sólo tengo que añadir que literariamente, no se merecía el segundo premio, se merecía el primero -y ahí está de best-seller.

J.H.C.- ¿Ciertos sectores académicos, intelectuales y artísticos de Occidente siguen haciendo oídos sordos a los reclamos de democracia y libertad de expresión para Cuba, o no tanto últimamente? En cualquiera de los dos casos, ¿por qué ocurre esto?

G.C.I.- Son los que miran al régimen de Castro como el último arcoiris y creen ver la utopía cuando no es más que una de las más crueles distopías del siglo --y sólo Dios sabe las distopías que hemos sufrido en nombre de la utopía. ¿Les dicen algo los nombres de Hitler, Stalin, Mussolini, Franco? Hay más. Recuerdo a los intelectuales franceses yendo en peregrinación a la China de Mao y a los que celebraron a Pol Pot como un enviado de Dios cuando sabían que era un emisario del diablo. Los videntes a distancia creen menos en el amanecer de Castro cuando más se convierte en el crepúsculo de un solo dios. Castro tiene todavía sus defensores distantes, gente que sabe la verdad de su régimen, aunque, como dice Aldous Huxley en Brave New World: "Grande es la verdad, pero todavía más grande, desde el punto de vista práctico, es el silencio de la verdad".

J.H.C.- ¿Existe una cultura cubana del castrismo, y si existe qué legitimidad tendrá cuando se escriba la historia del arte y la literatura de Cuba, hechos en los últimos 40 años?

G.C.I.- Como enseña esa gran novela cubana del presidio, Hombres sin mujer, de Carlos Montenegro, existe una cultura de la cárcel. Toda Cuba es una enorme cárcel. Es legítimo que exista una cultura en la Cuba de Castro. Pero es, inevitablemente, una cultura cautiva.

J.H.C.- ¿Le molestaría que su nombre estuviera junto al de Carpentier y Nicolás Guillen en los libros de historia de la literatura cubana?

G.C.I.- En absoluto. Los dos son escritores cubanos. Nativo uno, adoptivo el otro. Algún día se verá que a Nicolás Guillén le hizo un daño irreparable hacerse comunista. Hasta entonces había sido un poeta de "vuelo popular". A partir de entonces fue un escritor al servicio del Partido Socialista Popular. Carpentier en sus últimos años, no sólo era un funcionario acomodaticio (vicepresidente de la Unión de Escritores, director de la Imprenta Nacional, consejero cultural en París) del gobierno castrista, sino que en sus últimas novelas se hizo un oportunista literario. Pero sus primeras novelas hasta El siglo de las luces, a pesar del lenguaje elitista y rancio, son obras maestras, sobre todo Los pasos perdidos.

J.H.C.- ¿Qué ha significado la literatura para Guillermo Cabrera Infante? ¿Cuál es su mejor libro?

G.C.I.- Un vasto campo de juego. Tal vez Exorcismo de esti(l)o porque ahí llevé el lenguaje cubano y el juego a extremos que nadie había hecho antes en español. (O tal vez debiera hacer una excepción con Gómez de la Serna. Aunque había antecedentes en francés, como Jarry, Satie y Queneau y en inglés con Lewis Carroll y Joyce). Por otra parte, Un oficio del siglo XX es no sólo mi último libro (y mi primer libro libre) publicado en Cuba. Ahí están los segmentos como elementos de Tres tristes tigres y por supuesto de Exorcismo.

J.H.C.- ¿Qué significa ser un escritor exiliado?

G.C.I.- Para mí es esencialmente un escritor que ha perdido su lector natural, que es el lector de Cuba. Tengo, es verdad, mis lectores repartidos por el mundo. Incluso lectores cubanos en Estados Unidos y otras tierras. Pero el lector cubano es el que está sometido a otras presiones, no sólo políticas sino vitales y lingüísticas, para quienes mis libros son una conexión con el pasado que es presente y no sujetos de la nostalgia, que es la prisión de la memoria. Espero, como ocurrió con Martí y Cirilo Villaverde, que mis libros se puedan leer en Cuba libre un día sin zozobras, como son comprarlos en bolsa negra o leerlos con los agentes de Seguridad del Estado ahí, mirando por encima del hombro- leyendo sin mover los labios.

J.H.C.- Si Fidel Castro y el castrismo desaparecieran mañana, ¿podría Cabrera Infante insertarse en La Habana de hoy, otra vez?

G.C.I.- Me preguntan a menudo si volveré "con la frente marchita" y siempre contesto: No en el primer avión. Lo único cierto es que llevo viviendo 38 años en esta casa de Londres. Es probable que pueda cambiar de dirección pero no de sentido. Esa es una ley de física. He aprendido que la física es más importante que la metafísica.