viernes, 29 de abril de 2011







Maridaje imperial ¡con besadera de proletario!

Casorio consumado entre príncipe y moza convertida a la realeza. Maridaje entre la bella y la noble bestia, sin hechizo ni encantamiento de los calderos. No le di seguimiento al show, al ringling bro. circus mediático, al manoseo coyuntural; no lo vi por la tele ni falta que hizo pero algo me llegó de oídas, de rebote, de segunda mano y seguro estoy que me lo imagino tal como fue. Cientos, miles de seguidores de vaya usted a saber que cosa reunidos en plaza londinense ¿Trafalgar? Revolico en Catedral de San Pablo, Abadía de Westminster y Palacio de Buckingham, que bohío estable no le puede faltar a la real familia británica. Arrumacos, abrazos, lágrimas de cocodrilo. Alguien me dijo que el tablazo de las flores fue de ¡one million dolar, baby! Si eso es verdad se perdió la real vergüenza y si reaparece será cuando la monarquía londinense apelotone otro millón, de años, oíste. La sangre del príncipe decepcionó, no es azul marino como se pensaba, sino azul prusia, tirando a sepia. La evidencia quedó en un clavo desajustado de la calesa imperial, según comentario de vieja sin dientes que vive en una esquina de la cuadra donde habita servidor impenitente. La informante parroquial ratificó además que nada se ha dicho en los noticiarios sobre dimensiones ni elementos que conforman la estructura del clavo, ni se detalla aún el lugar específico – en el asiento real del carricoche – donde apareció el vástago desgarrador. Veinte millones de periodistas de todos los confines del Sistema Solar, galaxias, nebulosas, huecos negros contiguos o en los remates del Universo, garantizaron cheque de cobro con plus incluido porque ¡oye tú!, ¡hasta beso real reportaron! ¡En la boca y con lengua! A mí no me crean, lo dijo la vieja sin dientes. La bibliografía evolutiva señala que estos ejemplares – ramificación feudal del homo sapiens sapiens – derivaron en el homo monarquicus monarquicus, rara – y noble – especie de ser vivo y diligente que suele besar, indistintamente, en las yemas de los dedos de los pies y en las yemas de huevo, en las rodillas, en los codos, en los hombros, y en ocasiones en el tercer ojo. Por tanto, el suceso marca nuevo hito en la progresión de la especie; no son humanos pero ya incorporaron la boca entre los sitios a besar. ¿Rumbo al homo qué se dirige ahora la exótica especie? Quizá va camino al humo.

martes, 19 de abril de 2011



A propósito de Semana Santa… living la vida loca ¡!

Matrimonio inminente de miembro – ¿viril? – de la realeza británica. Todo listo en el Reino Unido para comenzar transmisiones de show mediático nupcial; todo listo en las megalópolis, micrópolis, cañaverales y cafetales colindantes para recibir carnavalesca señal. A vista de pájaro capítulo final del último culebrón de la nobleza sajona. ¡En vivo!, que ya se nos fueron dos milenios después de un carromato de cosas, incluyendo el nacimiento de un tipo ahí medio exhibicionista; y no son solo bombazos de curandero sobre Bengasi o camellazos en una plaza cairota lo que tenemos hoy entre los libretos que se digieren como pan sacadito del horno, a bigote embarrado con sopa caliente. Se nos enreda en casorio bajo bóveda gótica en abadía londinense, entre banderas de nobles – y no tanto – caballeros de la Order of the Bath, el más feo de los príncipes desde que el mundo es mundo. Comienzan en Las Vegas las apuestas. ¿! A que no duran un año!? ¡Quinientos dólares a que llegan a dos! ¡Mil a tres! Si al nominalista Guillermo de Ockham le da por asomar – rendija del sepulcro mediante – lo que en su momento fueran parietal y mandíbula, allá en Munich, donde sin logarlo intenta morirse desde al año 1349, lo primero que diría a su tocayo y compatriota, vísperas de contracción nupcial y efecto colateral, la contracción estomacal, sería algo así como lo que sigue: palabras, más que realidades concretas, es lo que veo por acá. Los abalorios y demás profundidades del intelecto circense ya emiten su destello cegatón desde la cuna del pan con queso rancio, ¡ya se alista la doncella en la torre del castillo!, ¡ya se ven las ondulaciones al vacío del pañuelito blanco que su manita sostiene entre los barrotes del aposento-prisión. ¡Ya “aflojó” la familia de la novia un ojo de la cara y la mitad del otro en asuntos de logística e inutilidades al uso! La real familia del novio – quien según magnitud del alboroto parece haber nacido en Plutón y según progreso físico parece haber nacido en Saturno – tampoco limita el ángulo de abertura de la billetera, ni la cantidad de fajos que de ella saca. ¡Pa´comer y pa´llevar! ¡¿Ya supiste de qué color se va pintar el pelo la novia!? El perfume que ella usa lo venden solo en Rabat, Marruecos, aunque hay una negra vieja en Guanabacoa…. La camisa que llevará el príncipe fue tejida a mano, por cuatro nativos australianos, con hilos de oro de 50 kilates. Los calzoncillos vienen con la viagra incluida. El kake de la boda tiene 80 pisos, es más alto que el Empire State. Matrimonio inminente de miembro – ¿viril? – de la diarreal/eza británica. Dan ganas de “jugarse” unos billetes en una casa de apuestas.

domingo, 17 de abril de 2011




Yo no buscaba a nadie y te vi.

Para Vibeke Olsen, la mujer más bella del Círculo Polar Ártico.

Digo tu nombre donde ya no existes, para recuperar tu espacio, restablecer tu imagen, devolverte. Se aniquila mí tiempo lejos del tuyo. No puedo diseminarte, lacera desconocerte. Permaneces como un retrato de Serov en mi pensamiento, eterna en la nobleza de tu contorno. Nada soy en tu recodo del mundo, cima terrestre que no helará tu aliento ni tus pupilas. ¿Existo para alguien allí? Pienso en ti, recupero tu espacio, restablezco tu imagen subitánea, se acumula tu presencia breve incluso en los sitios donde nunca te vi; se hace fértil tu recuerdo, impalpable pero estable como la espiga joven que germina bajo la lluvia y el tórrido verano que nutren mi trópico insobornable. Algo se quebró en el cuerpo que habito cuando llegaste aquí. Yo no buscaba a nadie y te vi. No te esperaba ni te has ido.

sábado, 16 de abril de 2011




Por
orden no alfabético

El paso y el peso – para estos ojos que ya se van atenuando – del tiempo que dedico a la lectura, me han llevado más de una vez a redefinir el orden de mis preferencias literarias. Y hablo de nombres como estandartes de vasta obra. Hace unos dieciséis o diecisiete años, sin rival aparente en el encerado creador, todos los flashes en el podio narrativo de mi pensamiento eran para el colombiano Gabriel García Márquez. Habría leído por aquel entonces, si acaso, un cuarteto de sus libros. Ayudó en el empeño – no solo con los libros de García Márquez – ante la crónica ausencia de dinero y la necesidad incontrastable de mal comer, el librero de mis padres y el de Mabel Suarez, filóloga y esposa del historiador Ricardo Quiza, a quién también agradezco por cederme algunos textos durante mis años de estudiante en la Universidad de La Habana. En aquel entonces, entre otros legados, aún desconocía yo la obra de Mario Vargas Llosa y José Saramago. Eran apenas eco, fase de inopia, nombres de relleno en la nomenclatura literaria. Y si hay pecados bíblicos, en mi evangelio personal este se cuenta entre los capitales. A Vargas Llosa (Mario) comencé a leerlo hace unos trece o catorce años, y un trio de libros alcanzó para destronar a Gabriel García Márquez. La limpieza con la que M.V.Llosa escribe, su precisión en el uso del lenguaje, su maestría técnica, su credibilidad en el uso de diálogos que fluyen, incluso siendo temporalmente distantes (La fiesta del Chivo, Lituma en los Andes), las atmósferas, los estadios de tensión siempre latente, y ese trasfondo de sordidez que el escritor, solapada pero constantemente acentúa como elemento intrínseco de la condición humana, argumentan, consolidan el desarrollo de sus historias, de su en ocasiones acre discurso y de su inventiva inagotable. Con la fértil aridez con que suele escribir M. V. Llosa descubrí que las adjetivaciones de Gabriel García Márquez, con todo y su Realismo Mágico, a veces rebosan la copa, se convierten en gratuidades; no es necesario demasiado ornamento para narrar “en grande”. Comencé a leer las novelas de José Saramago hace una década escasa. Y por tercera y hasta hoy última vez, cambió de dueño el pedestal de mis escritores de culto. La obra de José Saramago posee todo aquello que oraciones arriba se dijo, y que amplifica la faena de M.V.Llosa. Y tiene más. La narrativa de Saramago se barniza con un sarcasmo siempre oportuno, incisivo. La ironía y junto a ella el trazo profundamente humano de sus personajes y situaciones, nos lleva de la risa al llanto y viceversa con una facilidad inaudita, incluso cuando la historia es absolutamente fantástica, aunque nunca inverosímil (Memorial del Convento, Ensayo sobre la ceguera, La balsa de piedra). Saramago dominó el oficio de tal manera que logró convertir pasajes de varias de sus novelas en puro alarde narrativo que por momentos supera a la trama en ganancia, y deslumbramiento sin que por ello mengüe la historia. Por ejemplo, en Levantado del suelo el cambio de narrador es constante a lo largo de toda la novela, incluso dentro de un mismo párrafo, pero lejos de molestar, el hecho se convierte en otro motivo de asombro. Ya sea por causa y efecto de traducciones, empatía iberoamericana o colosal desconocimiento literario; no he leído hasta hoy, con las excepciones de Fiódor Dostoievski, William Faulkner, Gunter Grass, Truman Capote, y algún otro inmortal que seguramente ahora escapa al repaso; otro escritor en lengua no romance que pretenda la altura a la que he colocado a los tres narradores de mi preferencia.