miércoles, 29 de mayo de 2013

En Cuba: ¡Oye vecino, llegó Internet a la carnicería!



 


En Cuba: ¡Oye vecino, llegó Internet a la carnicería!
 
       Desde hace media rueda y algo, a los cubanos que en la ínsula todavía viven les llega – por la libreta de des/abastecimiento – un mes sí y otro también: arroz, huevos, arroz, huevos, arroz, huevos, arroz, huevos y de vez en cuando algo que se parece a un jabón, media libra de aceite y un engrudo enmaraña´o que según dice la plana mayor es picadillo de soya. Una vez al año el vecino, envuelto en clamores, te dice: ¡llegó el pollo a la “carnicería”! Cinco años después un hijo famélico de aquel vecino ya en eterno reposo, le dice a tu famélico hijo: llegaron a la “carnicería” los tarros d una recua de vacas que un tren mató. Necesario es aclarar, para el lector no nativo, que en Cuba “carnicería” es un término, digamos, folclórico, que se emparenta más con lo que sucede entre quienes se congregan en las cercanías del local donde, eventualmente, se guardan los tarros de alguna vaca que un tren mató, que con el propio local. Ahora, la plana mayor anuncia la salida al mercado (es por decir algo) de un nuevo producto: Internet. Y si han pasado veinte años desde que la red comenzó a sumar adeptos y ahora es que Cuba se entera, pues a la plana mayor eso poco le importa. De todas formas Carlos Gardel dijo que veinte años no es nada. Así es que apuro no había, ni hay, para montarse en la carrilera del progreso. Ya Internet no llega a Cuba en dosis de cucharita de postre, ya no hay justificaciones técnicas para ponerle trancas y cerrojos pero aun así, si usted le mete retina al andamiaje que está montando el régimen para controlar el asunto (todos los sitios con conexión son patrimonio del gobierno), y al prohibitivo precio que tendrá una efímera hora de enlace a la red, deducirá sin mayores obstáculos interpretativos que el progreso allí, más que importar, estorba.   

martes, 21 de mayo de 2013

La única frase convincente.


 
La única frase convincente.

      En estos últimos días algún que otro escándalo bananero se ha destapado por acá. Los motivos: algo que se me escapa relacionado con no sé qué cosa de una carretera, el viaje de Obama y un vuelo a Perú de la presidenta de la república, supuestamente en el avión de un narcotraficante. Partiendo de ese trío de ases, la ejercitación constante y tumultuaria de las cuerdas vocales en sitios públicos ha tomado magnitudes dantescas, diría yo por el aquello de la Divina Comedia. El caso es que el revolico me ha hecho desempolvar unas palabras escritas por Virgilio Piñera en su novela Pequeñas maniobras: en medio de sus rugidos y de sus espumarajos de rabia pronuncian frases inconexas: “derechos conculcados”, atropello sin nombre”, “morirse de hambre”, acusaremos”, “mataremos”, “moriremos”. Bien dicho: moriremos. Es la única frase que me convence.

lunes, 20 de mayo de 2013

La guardarraya y la nube de polvo.



La guardarraya y la nube de polvo.
      La verdad suele semejar una guardarraya, una en la que en algún momento el polvo del camino nubló de tal forma el horizonte que no dejó más remedio que acudir al título nobiliario de sapiens para, acaso inconscientemente, fabricar un mundo posible al otro lado de la nube de polvo. Sucede que siempre hay ocasión para rebasar el nimbo. El drama llega cuando superamos la nube y encontramos al otro lado un mundo que no coincide con el imaginado. En ese caso hay dos caminos: o aceptamos la realidad, o fabricamos otra nube, una que nos permita seguir creando mundos que no son tales. Si después de leer este enlace, algo que no forma parte de su verdad, ni de la mía, sino que se digiere acaso como un objeto inamovible, como una piedra, pretende usted alegar la presencia de otra nube, sepa que también deberá reinventar la realidad del otro lado.