sábado, 27 de mayo de 2017

Tú sigues siendo the highway, tú sigues siendo the sky, tú sigues siendo la noche.

  


Dale Chris: tú sigues siendo the highway, tú sigues siendo the sky, tú sigues siendo la noche.    


        Chris Cornell murió hace una semana y ahora me entero. Preparándome para un examen de Board estuve más de un mes de espaldas a todo, incluso dejé de trabajar. El brinco en la silla, el “coño, no jodas!?”, cuando vi lo que ya no era noticia, fueron la cara de la conmoción. A Chris Cornell tuve el privilegio de verlo cantar en vivo, a escasos quizá 10 metros, en aquel conciertazo que se bajó Audioslave en el protestódromo de Labana, en 2005. Ese concierto fue, por cierto, mi regalo de despedida de Cuba. Chris Cornell era un tipo, y ¡coño como duele mencionarlo en pasado!, con una voz implacable. Allá en Labana cantó sin parar unas tres horas. No conforme con soltar el repertorio completo de Audioslave, tiró varios temas de Soundgarden y Rage Against the Machine, y aquella voz reventando en espacio abierto estremecía el protestódromo y el pedazo de Malecón que le tocaba sin flaquear un decibel. ¡3 horas! Algunas grietas del muro del malecón son la herencia de su voz aquella noche. La parte más sólida de mi gusto musical tomó cuerpo escuchando las canciones de Chris Cornell, tarareándolas, gozándolas como solo yo sé hacerlo. Me hice esto que puedo venerando a ese tipo, queriéndolo. No fui a ver a Audioslave en mi última Habana, aquella de 2005, porque soy rockero, ni por moda, ni por flotar como un corcho en la bahía. Fui, como tantos otros, a aquel concierto que por poco me cuesta el divorcio con la madre de mi hija (por aquel entonces mi esposa) porque tenía que ver a aquel tipo cantando, tenía que escucharlo de propia voz, tenía que cantar junto con él ese Be Yourself, ese Like a Stone y ese Black Hole Sun a los que tanto debo. Habrá que acostumbrarse a mencionarte en pasado Chris Cornell, pero el suicidio no te mata: tú sigues siendo the highway, tú sigues siendo the sky, tú sigues siendo la noche.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Algún apunte sobre Leve historia de Cuba.



Algún apunte sobre Leve historia de Cuba.

     Hace un par de meses un amigo, Francisco García González, me envió desde Montreal un libro que entre él y Enrique del Risco escribieron, y compilaron, pues varios de los cuentos que aparecen en Leve historia de Cuba (2007), he leído en libros de cada uno de ellos, previos a este. Franky, por cierto, tuvo el gesto de en su viaje a New York a comienzos de año, cargar con el libro hasta allá para que Enrique del Risco también me lo dedicara, algo que a ambos agradezco. Ya me he leído el libro dos veces, y con lo único que se me ocurre comparar el efecto que me provoca es con mi propia vida en los Estados Unidos de América: no se me pasa el gozo que me produce. Esta historia literaria de Cuba, a mi juicio, está más cerca de la verdad que - y no hablo precisamente de una película argentina – la historia oficial. Historia que se apoya hasta donde le conviene en lo que ofrece, digamos, la academia. Para la parte que sustento contrastable no hay o no conviene mostrar, le alcanza con hacer lo mismo que Leve historia de Cuba: fabular. La diferencia es que la historia oficial se convierte de esta manera en una historia oficialmente quijotesca, irresponsable (sin ir más lejos), porque llena de cuentos de ficción tendenciosamente épicos los periódicos y las pantallas de televisión de un país, y pretende hacerlos pasar por ciertos. Leve historia de Cuba, sin embargo, aunque parezca que lo tira todo “ a mierda”, para hacerse creíble no necesita más argumento que nosotros mismos.