miércoles, 7 de julio de 2010



Reseña cuasi deportiva

Cuando Orlando “El Duque” Hernández salió de los Yanquis de Nueva York, mis simpatías pasaron a los Medias Blancas de Chicago: José Ariel Contreras – otro cubano – comenzaba a tirar pelotas para home con aquella otra banda de la Gran Carpa. Y todavía mantengo mis apegos por ese equipo de la cuna de los rascacielos, porque Alexei Ramírez – otro cubano – sigue jugando con ellos. El problema es que ahora, con la llegada de varios peloteros del cocodrilo geográfico a diferentes franquicias de Grandes Ligas, he tenido que dividir en pedazos los afectos. Kendry Morales, Danys Baes, Yuniesky Betancourt, Yunel Escobar, y otro montón de muchachos, amasan fortuna en Los Angelinos de los Ángeles, Bravos de Atlanta, Reales de Kansas, Phillies de Filadelfia y otros equipos del mejor circuito beisbolero del Sistema Solar y galaxias aledañas. Ahora bien, simpatías y emociones no van de la mano. Una sola pieza no mueve el trapiche que llevo en el costado izquierdo, aunque sea una pieza de mi patio. Al menos yo, funciono de esa manera. Hoy sin embargo, durante el juego de semifinales Alemania-España en la Copa Mundial de futbol, y aún cuando no corría una horda de cubanos sobre la grama, logré conjugar simpatía y emociones en un solo cuerpo. Celebré la victoria de los ibéricos como celebro los triunfos beisboleros del equipo Habana, o las glorias – ya esquivas – de los equipos de pelota de mí sufrida isla: con el corazón hinchado y el pulso galopante. Soy tan cubano como la isla caribeña que me vio nacer y la europea península, apenas me llega como suspiro en lontananza, como evocación familiar y como remembranza de las dos extensas guerras que nos enfrentaron. Pero aún así, a España los cubanos la invocamos como la Madre Patria. Y es que no hay dudas: si la sangre llama, a que negarlo, la raíz genealógica también. En la ribera que hoy me acoge el sentimiento antiespañol es bastante fuerte y creo que es también por asunto de raíces. Cuando Puyol cabeceó el golazo no se escuchó ni el sermón del cura por esta orilla. Cuando sonó el pitazo final esto parecía un velorio. Es cierto que la raíz familiar de este pueblo no es la que vincula a los cubanos con su Madre Patria, pero el vínculo histórico y cultural con España es innegable para toda la América hispana. ¿Qué mierda tenemos nosotros en común con los alemanes, o con los holandeses? Los cubanos que juegan en Grandes Ligas sueñan con llegar a una Serie Mundial, y ganarla para el equipo que les da el pan y los merecidos billetes de cada día. Los españoles sueñan con besar la Copa el próximo domingo. Yo sigo con mis afectos y con mis emociones a cuesta. ¡Que viva España carajo!