domingo, 23 de noviembre de 2014

Dominguera.


Dominguera.
       Un brazo fálico, medio erecto, medio fláccido, levanta un sol ya tardío entre una rambla de nubarrones. El viento es casi un amuleto pero el invierno es indigno y no llega la piel al sobresalto. Así debió correr un domingo en el Cretácico, solo que no revienta su voz un dinosaurio, sino que suena un claxon. Pero la hierba es la misma, supongo que también la refracción de esta luz mortecina sobre sus hojas. Así debió correr el tiempo en el Cretácico. Si acaso les faltaba la tristeza.