viernes, 2 de septiembre de 2011


Poeta proscrito.


Francois Villon se atrevió a escribir un poema con la soga al cuello, literalmente. Esperaba ejecución de sentencia y decidió que no era mal momento para emborronar cuartilla. Quedó huella latente del asunto: Balada de los ahorcados. Asesino, ladrón, revoltoso y pendenciero, Francois Villon (1431 0 1432 –?) encarnó al clásico poeta delincuente. Tres años después de su graduación como licencié y maître ès Arts en la Universidad de París; para lucirse ante los ojos de una puta de camino que se le atravesó en el entrecejo, asesinó al clérigo Philippe Sermoise. Condenado a morir en la horca, no sabía aún que el indulto venía en camino cuando al pie del patíbulo y con las greñas de la soga molestando en su cuello se le ocurrió escribir esto:

Yo soy François- ¡cuánto me pesa!

de París, cerca de Pontuesa.

pendiendo de la cuerda de una toesa

sabrá mi cuello lo que mi culo pesa.

Corría el año 1455; y comenzaban así, con magnífica cuarteta, los desmanes vodevilescos de Francois Villon. Un bandolero medieval con una sensibilidad estética desbordada. Evasivo pero resplandeciente, adicto al sexo mercantil y la vida grosera pero atrapada por ornamentales estremecimientos, se despidió sin despedida, sin rastro, sin un quebranto, más o menos por el año 1463. Aquí debajo, un texto del poeta.

Balada de agradecimiento (Francois Villon)

A Devotas y Mendicantes,

a elegantes de chapa en suelas,

a Cartujos y otros tunantes,

a clientes y a mujerzuelas

de esas que usan abiertas cotas,

a galanes que por las modas

hieren sus pies con prietas botas:

agradezco a todos y a todas.



A las que muestran pezoncillos

porque saben que eso da oro,

a traviesos y a ladroncillos,

a saltimbanquis con su loro,

a juglaresas y fantoches

que silban, beodos y beodas,

y así alegrando van las noches:

agradezco a todos y a todas.



Salvo a jauría azotadora

que me hizo masticar grilletes

pero que ya no temo ahora

mas que se teme a tres soretes.

Les dejaría eructos, pedos

a modo de estridentes odas,

pero quiero evitar enredos:

agradezco a todos y a todas.



Que con durísimos mazazos

les rompan las costillas todas

y las piquen a martillazos:

agradezco a todos y a todas.