viernes, 19 de agosto de 2011


Balompedicure.

El argentino Ricardo La Volpe perdió el paso con el equipo de futbol de Costa Rica y terminó renunciando al cargo de entrenador. La prensa nacional le fue arriba al hombre. Dicen los nigromantes y exégetas futboleros de la comarca que con el gaucho La Sele retrocedió a paso doble. Es decir que alteró el orden del habitual retroceso paso a paso. Cuando el team de aquí juega, uno siempre tiene la impresión que hay un sino venturoso de sentido opuesto. No importa cual sea el rival de turno, campea hasta el minuto noventa la impresión de que nos va a ganar. Puede incluso la banda local ir arriba veinte a cero en el ochenta y nueve, que no por eso habrá sosiego en el bar y la tribuna; la claque presiente que la banda ajena les puede sembrar veintiún goles en el minuto noventa. El país se atasca cuando retoza La Sele. Si la tropa comienza perdiendo temprano, las apuestas en la barra y la tribuna se concentran en el número de goles que logrará el oponente. Si La Sele rompe primero el estambre, las apuestas intentan precisar el instante en que llegará la remontada del bloque foráneo. Los jugadores locales demostraron hace un par de meses que no se puede jugar con el orgullo nacional porque, al menos para ellos, no existe. Una banda argentina de cajuela y repuesto les ofreció una limosna balompédica sobre la grama del Estadio Nacional. Lionel Messi se dejó ver en la congregación; de cuerpo presente y mente ausente, les obsequió cero minutos de juego, la espalda, mala cara cuando estuvo de frente y la lengua se la comió un ratón en el aterrizaje; y aun así los mejengueros de Tiquicia le pidieron autógrafos e instantáneas para eternizar ese instante de desvergüenza nacional. Con ese paso tan chévere a donde iremos a parar. Solo falta ver a los pateadores de subsuelo y patria celebrar la victoria del contrincante con cerveza y aclamaciones. No le demos más vueltas al asunto, que el próximo entrenador alguien salga a buscarlo en un circo porque aquí lo que apremia es un mago.