En Cuba: ¡Oye vecino, llegó
Internet a la carnicería!
Desde hace media rueda y
algo, a los cubanos que en la ínsula todavía viven les llega – por la libreta
de des/abastecimiento – un mes sí y otro también: arroz, huevos, arroz, huevos,
arroz, huevos, arroz, huevos y de vez en cuando algo que se parece a un jabón,
media libra de aceite y un engrudo enmaraña´o que según dice la plana mayor es picadillo
de soya. Una vez al año el vecino, envuelto en clamores, te dice: ¡llegó el
pollo a la “carnicería”! Cinco años después un hijo famélico de aquel vecino ya
en eterno reposo, le dice a tu famélico hijo: llegaron a la “carnicería” los
tarros d una recua de vacas que un tren mató. Necesario es aclarar, para el lector
no nativo, que en Cuba “carnicería” es un término, digamos, folclórico, que se
emparenta más con lo que sucede entre quienes se congregan en las cercanías del
local donde, eventualmente, se guardan los tarros de alguna vaca que un tren
mató, que con el propio local. Ahora, la plana mayor anuncia la salida al
mercado (es por decir algo) de un nuevo producto:
Internet. Y si han pasado veinte años desde que la red comenzó a sumar adeptos y
ahora es que Cuba se entera, pues a la plana mayor eso poco le importa. De
todas formas Carlos Gardel dijo que veinte años no es nada. Así es que apuro no
había, ni hay, para montarse en la carrilera del progreso. Ya Internet no llega
a Cuba en dosis de cucharita de postre, ya no hay justificaciones técnicas para
ponerle trancas y cerrojos pero aun así, si usted le mete retina al andamiaje
que está montando el régimen para controlar el asunto (todos los sitios con
conexión son patrimonio del gobierno), y al prohibitivo precio que tendrá una efímera
hora de enlace a la red, deducirá sin mayores obstáculos interpretativos que
el progreso allí, más que importar, estorba.