miércoles, 25 de febrero de 2009


La historia sin fin

Hay defensas que condenan. Tito Rodrigo Aguilar, abogado y ¿¡politólogo ¡? costarricense hizo un intento fallido en ara de salvaguardar la silueta de Ernesto Che Guevara en el segmento Foro, de la Sección Opinión del periódico La Nación de Costa Rica, este último sábado 21 de febrero. Sin alimentar expectativa ni predisposición, por el título de su comentario: “El Che nunca morirá”, esperé la llegada de argumentos que lejos de pretender ser novedosos, fueran al menos románticos, quijotescos, interesantes. Pero ni eso. No quedará un solo contorno defendible – y definible – del guerrillero argentino en camiseta alguna si nos dejamos llevar por el manoseo y descalabro verbal del señor Tito Rodrigo Aguilar: como aurora boreal se disipará el heraldo. Con cuatro milenios de buena literatura ya se hace difícil escribir un buen poema de amor. Así es que un caldo mal pensado y peor redactado se bautiza como galimatías en una página impresa.

Para no decir que el señor Tito Rodrigo Aguilar – además de buenos contactos en La Nación – no tiene ni la más lejana idea de lo que es redactar un texto argumental y gramaticalmente coherente, diremos que ha dejado la impresión de que urgido como estaría por los trajines y compromisos del descanso sabático y dominguero, pretendió salirle al paso desde el portal de su casa y sin tiempo para vestirse, al economista y filósofo francés Guy Sorman, quien dos días antes, en ese mismo espacio, había deconstruido impecablemente esa impoluta imagen que del Che Guevara pretenden vender los gobiernos de la izquierda fundamentalista latinoamericana.

El abogado y politólogo sibilino Tito Rodrigo Aguilar, ensalzó la leyenda guevariana con una ráfaga de argumentos que hace décadas marca el territorio de los paraísos reservados al hombre en la tierra – para decirlo a la manera de J.L Borges : el territorio de los paraísos perdidos. Es tan hueco, decadente e infantil su túmulo de razonamiento ajeno, que sus inadecuadas usurpaciones le contradicen.

Después de la desinformada aventura boliviana del Che – pretender reformar agrariamente un país que ya lo había hecho casi 15 años antes de que nadie lo mandara a buscar allí jamás se levantó un fusil en esta América nuestra para defender a los pueblos oprimidos, pero si muchas veces para convertir en tragedia nacional el tiroteo, y bautizar la región como tembladera económica, política y social. Tito Rodrigo Aguilar tuvo el honor de conocer al Che en cierta parte de este Planeta suspicazmente no suelta prenda el hombre, como si se tratara de alguna parte de este Planeta solo conocida por él, pues ya murió el otro que la conocía – y tuvo también la suerte de vivir para contarlo. Otros no hubieran querido sufrir semejante honor, para poder contar otras historias que quedaron truncas, desvanecidas en el rojo intenso que matizaba los muros de los fosos en la Fortaleza de la Cabaña, cuando aun revolución era palabra que no solo sonaba bonita en el oído del pueblo cubano, sino que le dejaba al Héroe de Santa Clara el camino abierto al rio de sangre.

Y para variar – para no ser menos ofreciendo más de lo mismo –, este abogado, polizonte político con nombre y redacción de taxista, culpa a los Estados Unidos de la miseria cubana: ¿miseria material, espiritual, existencial? No especifica, por lo que infiero que se refiere a todas. ¡Una vez más es culpa tuya que mi casa hieda, pero aun así, mi casa hiede soberanamente, y soberanamente se deshace, implosiona, perece !! ¿Será este el slogan que glorifica el subconsciente de Tito ? Si así fuera, la equivocación sigue marcando un ángulo de 180 grados porque Cuba está tan grave que necesita ayuda hasta para autodestruirse.

Los tiempos han ido cambiando, se aventura a escribir crípticamente el politizado jurista en su penúltima parrafada sin saber lo que escribe, sin siquiera notar que el efecto boomerang existe, que no nos alcanza con su buena fe – si la tuviera – porque su mala defensa condenará aquellos huesos que todavía dan salario, y que no hay forma de matar, porque no puede morir lo que no es vida ni vivir lo que nos quita el aliento para defenderla.