miércoles, 22 de abril de 2009




Para que pintar y amar si la gente se agrede y el mundo se corroe a si mismo

El arte es la única categoría que tanto estética como espiritualmente atrapa en un solo cuerpo la más profunda sensibilidad creadora. Y no obstante, no siempre se logra imbricar en un todo coherente la obra con el artista. Francois Villon, el más grande poeta francés del siglo XV, también un clásico entre los malhechores, se atrevió a llegar hasta el asesinato. Arthur Rimbaud dejó registros poéticos difícilmente superables acompañados de una pésima conducta social. Ezra Pound, cátedra de rigor en la poesía, terminó abrazando desde su locura la causa del fascismo italiano. En la plástica los nombres de Gericault, Vincent van Gogh , Henry Darger, Alfred Kubin, Edvard Munch, Richard Dadd, Antonin Artaud, y otros, se relacionan con la demencia, el caos existencial, la marginalidad y el impulso delictivo. La lista de escritores, pintores y/o artistas que trazaron una ruta inconexa entre su vida y obra es tan extensa como la historia del arte. En legítima defensa de tantos notables creadores socialmente disfuncionales, se levanta como túmulo insoslayable el argumento de que ya es suficiente mérito crear una obra artísticamente punteada con los caracteres de la eternidad. Pero acercarse a un artista y encontrar en él no solo al gestor de una obra compacta, memorable, sino al sujeto profundamente humano, comprometido hasta los huesos, sin llamar al mundo para que lo vea pasar, – como diría José Martí – con toda causa que ofrezca señales de amor al prójimo, ofrece la posibilidad de extender los signos de admiración más allá de la faena artística. Man Yu Fung , con apenas 31 años de edad, ha patentado su nombre en el entorno figurativo hiperrealista de la plástica costarricense, y en el pecho de aquellos por los que ha estado dispuesta a ofrecerlo todo en ara de aliviar el dolor y la desesperanza humanas . Es tal el rigor, la seriedad con que Man Yu asume su trabajo pictórico, que según ella el hiperrealismo figurativo es apenas el comienzo, un escalón de tránsito hacia lo que deberá ser su madurez artística. Pero lo mismo en la contención del color y los ambientes ocres de sus desnudos femeninos y de sus Geishas – prolongación japonesa de la antiquísima cultura China –, en la necesaria avalancha cromática de sus Actrices de la Opera del gigante asiático o en la firmeza del trazo casi fotográfico sobre los rostros comunes, el trabajo en tiza pastel de Man Yu demuestra un dominio de las proporciones, el volumen y las atmósferas que nada tienen que ver con faceta de principiante. Su virtuosismo es tal que ha comenzado a labrar camino propio por lo que en otros sería etapa terminal, y lo ha hecho bien ¡! En el arte nudista femenino de Man Yu, sus modelos son vehículo a través del cual la pintora proyecta su propia sensualidad. Algo que lógicamente no sucede cuando trabaja por encargo. En la búsqueda de nuevos puertos donde llevar su paleta, revela que intentará llegar hasta un surrealismo a medias, sin rigidez, también figurativo, que le permita expresarse sin limitantes de género. Nacida en Hong Kong, el sincretismo cultural y religioso (Oriente-Occidente) que la identifica le ha conducido a la búsqueda de respuestas a las preguntas de siempre – ¿Por qué estoy aquí?, ¿quien soy?, ¿a donde iré? – con un enfoque dinámico, menos canónico, más inclusivo y universal que da reflejos también en su obra plástica. Haciendo honor literal al rechazo de Jesús por el pueblo de Nazaret, o lo que es lo mismo, a la frase que reza: “nadie es profeta en su tierra”, la obra de Man Yu no ha tenido resonancia en China, y en mi opinión personal son ellos quienes se la pierden. De formación autodidacta sobre talento precoz (a los 5 años escribió un libro en el que recorría toda la vida de una mujer), con estudios inconclusos de Publicidad y Diseño Publicitario, discípula del chileno Julio Escamez y de todo lo que huela a clásicos desde Miguel Ángel hasta Salvador Dalí, su evolución humana no ha sido menos que su perfeccionamiento artístico: ¿para que pintar y amar si la gente se agrede y el Mundo se corroe a si mismo y se autodestruye? Y es por ello que Man Yu se define con humildad más que como una artista, como humanista, alguien que quiere proyectar el bien y evolucionar, desde el arte, como ser humano. El arte es una manera poderosa de mover y sensibilizar las masas, gracias al arte la gente es menos superficial y materialista. Así como galerías de España, Italia, Estados Unidos y Costa Rica han prestigiado su espacio con lo mejor de la obra plástica de Man Yu Fung, sus viajes humanitarios a México, Bolivia, Cuba ,Suriname; su lucha contra el calentamiento global y a favor de la creación de una conciencia colectiva que nos ayude a salir del micromundo personal y nos permita pensar en los problemas mundiales que como especie debemos enfrentar, son evidencia de que Man Yu entrega también con enorme constancia lo mejor de su vida en defensa del prójimo y la Aldea Global. Escribir es la forma más profunda de mostrar y expresar las cosas, me ha dicho Man Yu, justo antes de expresar: mi sueño es que se pueda salvar este planeta. Y así vamos: Man Yu con su sueño – que es también el mío – y su talismán, yo caminando con mi adarga al brazo..