Crónicas castrenses (II)
El 30 de abril de 1961,
en el programa televisivo Universidad Popular, en La Habana, el Che Guevara declaraba que Cuba era ya “un
país enteramente socializado”. Se adelantaba socarronamente a la declaración
que haría 24 horas después Fidel Castro, donde sin pelos en la lengua soltaría
que la revolución cubana tenía un carácter “socialista”. Sin embargo, el Che
Guevara se atrevía a decir ante las cámaras que Cuba se hallaba “frente a graves
problemas internos”. Dejaba claro que no solo “el oro del Pentágono” estaba
provocando un éxodo masivo de personal calificado, sino que además se iba mucha
gente de Cuba “por no haberse podido adaptar a las nuevas condiciones
revolucionarias”. Al día siguiente Fidel Castro, entre otras cosas, decía que
las democracias verdaderas eran las “democracias populares” de Europa Oriental.
Es decir las que a punta de cañón de tanque soviético enfilado contra el pueblo
gloriosamente se mantenían. “Es más democrático darles fusiles a los obreros y
a los campesinos que hacerles votar…”, agregaba F.C en la arenga. Algo que por
supuesto, tampoco haría jamás. Para llegar a ese “glorioso” 1ro de mayo de
1961, fecha en que por decreto nacía la “primera República socialista y
democrática de América” hubo que previamente amarrar corto a los líderes sindicales.
Para ese entonces (mayo 1961) ya Jesús Soto se movía entre los trabajadores
cubanos como la clásica marioneta tirada por unos hilos más visibles que el
faro de El Morro porque David Salvador, antiguo líder obrero del M/26 Julio y
legítimo vocero de la Central de Trabajadores de Cuba, se estaba pudriendo en
la cárcel. Los demás auténticos líderes sindicales habían sido expulsados de la
CTC, encarcelados o defenestrados. Y para que a nadie se le ocurriera tildar de
blandengues a los nuevos redentores de la nación cubana, algunos representantes
de los sindicatos de la electricidad, los autobuses, puertos y muelles, habían
sido pasados por las armas sin pestañear dos veces. Las firmas que autorizaban
las ejecuciones casi siempre llegaban de la mano serena de uno de los untouchables del nuevo régimen, el superdotado
Ministro de economía Ernesto Che
Guevara. Pulso más firme que aquel para firmar sentencias de muerte habría que
mandarlo a hacer en un laboratorio. El argentino no solo firmaba las permutas para
el reparto bocarriba, tampoco dejó pasar un día entre los previos al 1ro de
mayo del 1961 – y esos fueron todos los que corrieron desde el 1ro enero de
1959 a la magna fecha – sin repetir al menos una vez por hora (sume y
multiplique cuántas a la semana, el mes y el año) que “En Cuba está acomodada
la gente a una vida un poco comodona, y ya es hora de hacer más esfuerzos. No
se trabaja bastante, hay que trabajar más, es preciso trabajar mucho más. Es
preciso que haya mucho más trabajo voluntario…” Después dicen por ahí que los
cubanos somos arrogantes. Para decirlo como nosotros: le ronca los coj…tener
que aguantar al sapingo ese, que ni
cubano era, firmando sentencias de muerte de cubanos, regañándonos e injuriándonos en nuestra propia tierra. Humildad
mayor no se ha conocido en la historia humana, o temor mayor. En fin, el caso
es que abundaba el Che Guevara, ¡en Cuba!,
en elogios a los cubanos: “Es preciso luchar contra la indolencia. Los obreros
se desinteresan de los planes gubernamentales, no se desviven por participar en
ellos, carecen de conciencia. Si no adquirimos más conciencia del hecho de que
estamos viviendo en una época socialista, no podremos llegar a la sociedad
socialista a que aspiramos”. Todo esto se dijo hasta el día antes del 1ro mayo
del 61, y aun así, Fidel Castro declaró ese día a los 4 vientos lo que ya se
sabe. El propio Che Guevara se decía
y desdecía porque a pesar de los constantes insultos al pueblo, declaraba en Universidad Popular lo que al comienzo del artículo escribí. Fueron tan largas las luces que creyeron tener aquellos dos tipos, que les faltó juicio para reconocer que con una más corta cualquiera se daba cuenta de que no era precisamente "socialismo" lo que necesitaba y necesita Cuba.