lunes, 17 de diciembre de 2012

Crónicas castrenses (VII)


 
Crónicas castrenses (VII)
       Herbert Matthews se convirtió en admirador y hasta protector de Fidel Castro al minuto siguiente de haber terminado su entrevista con aquel a comienzos de 1957, en el campamento del líder guerrillero en la Sierra Maestra. El 17 de febrero del propio año el New York Times publicó la entrevista. Es uno de esos exóticos, desquiciantes casos de estudio para la psicología, en los cuales alguien admira lo que detesta. En el libro que Herbert Matthews escribió pocos años después, en defensa de F.C, se deja leer lo siguiente: “Aquellos de nosotros que han estado en contacto personal con él y que le han observado desde el principio, se han visto inducidos a preguntarse si la famosa máxima de Lord Acton – la que dice que todo poder tiende a corromper y que el poder absoluto corrompe absolutamente – podría ser aplicada a Fidel. ¡Ay, ya lo creo que puede aplicársele!...Se da uno cuenta de ello en el caso de Fidel, en la manera que ha tenido de hacerse cada día más autocrático. Tenía sed de poder, y la sed ha aumentado bebiendo” Ante defensas como esa, preferiría yo agarrarme a los puñetazos con cualquiera en el medio de la calle. Y H. Matthews no se detiene ahí, ¡qué va!, faltaba el soporte teórico sobre los rasgos de la evolución política del caudillo tropical. Dispara Herbert: “…no conocía ni iba a conocer nunca el verdadero significado de las palabras libertad y democracia. Solo como consecuencia del progresivo desarrollo de los acontecimientos se ha hecho claro que mientras Fidel Castro siga en el poder no habrá ni podrá haber democracia y libertad en Cuba” Pocas veces en la historia humana un protector ha conocido y calibrado de manera tan precisa a su protegido, aunque ya usted sabe, hay amores…