Lunáticas.
He descubierto que a falta de algo de qué hablar con los
famosos, uno siempre puede decir: “¡Oiga señor famoso, tengo todos sus
álbumes!”, y eso aunque no sea un músico. Son palabras de Claire, protagonista junto a 2 más de la
novela Generación X, de Douglas Coupland. El absurdo, la idolatría gratuita - vaya un nudo para la lengua - como
parte de la vida. El ridículo también. La jodedera y tirarlo todo a mierda,
también. Descubriendo el agua fría no estoy, obvio, pues lógico es admitir que
todo lo material o no que nos envuelve como tamal, elemento de la que se nos escapa es. Solo
que en el segmento inmaterial algunos aúpan en el cocotimbo, el güiro, o la jupa para decirlo como en la comarca, píxeles existenciales que otros
desechan. En el tema material las coincidencias suelen ser mayores. Por ejemplo
casi todo sapiens – con variantes de estilo – cuando sale a la calle traspasa
el umbral de la puerta de su casa con el cuerpo cubierto de textiles. Aunque
excepciones hay. Los famosos, por ejemplo. Yo he visto a Madonna haciendo auto
stop en cueros, y a Lady Gaga intentando disfrazar de ella a sus disfraces. Yo
vi a Jim Morrison sacando la verga en mitad de concierto, y a Isaac Newton
pidiendo solemnemente la palabra por única vez en el parlamento británico para
pedir que cerraran cierta ventana por la cual se colaba un frio tremendo. En
fin, que he descubierto que a falta de algo de qué hablar con los famosos, uno
siempre puede insinuarles que no dejen de pedir que cierren esa ventana
por la cual a todos se nos cuela un frio del carajo.