A la deriva.
Corren nuevos rumores
viejos sobre la suerte de Fidel Castro. Se dice que el hombre ha muerto, cerebralmente,
no hay que apurarse con los suspiros más profundos, la champaña, la cerveza para bolsillo más discreto, y quizá hasta con las lágrimas y los pucheros, que nunca
se sabe. Mas digo yo: esos rumores correrán de boca en boca entre aquellos que
estuvieron de viaje las dos últimas décadas. Y entre el ajetreo de los
aeropuertos, las estaciones de trenes, el metro, los tranvías, las chalupas,
los paquebotes y la estancia en lugares remotos e inaccesibles, incluso
tecnológicamente (cualquiera pensaría que estuvieron en Cuba), tiempo no tuvieron
de ponerse al día porque el cerebro del caudillo dejó de funcionar hace 20
años, cuando el Muro de Berlín le cayó en la cabeza. De todas formas, la bola
corre, se desliza de home al jardín
central; y ojalá sea un hit y no un
error de bulto del segunda base, o del shortstop.
Para disimular la longeva gotera ha dicho hoy el hijo fotógrafo de Fidel Castro
(Álex) que su padre está bien, fresco. Me atrevería a pensar que pensó decir
“rejuvenecido”, aunque no lo dijo, quizá para no dejar constancia de que del
dicho al hecho… No obstante, si usted le preguntara al retoño dinástico por la
situación “general” en que se encuentra la isla, la respuesta sería la misma.
Así es que no hay que creer en palabras de fotógrafo que a favores de la casta
debe oficio. Vivo o muerto del cuello hacia arriba o de la cintura para abajo,
Fidel Castro ya poco importa. De todas formas la isla sigue ahí, como siempre,
donde siempre: a la deriva.