martes, 2 de noviembre de 2010



Sobrevida mía.

No todos los días se llega a los 40 años, ni a los 30 o a los 20, ni a los 14 o 15, ni al primero o al segundo, ni al último que marcaremos en nuestro almanaque, ni al penúltimo, o el anterior a ese. Tomando en cuenta que nací con la lengua afuera y el llanto ahogado en líquido amniótico, el 22 de Octubre cerré la cuarta década de sobrevida, aunque nada le debo a Retamar y sus muertos. Me puse viejo de pronto. Ironías de esta sobrevida mía – si escribo África delante de lo que me pertenece, esto se convierte en nombre de película – físicamente estoy mejor que el día que salí de la tierra que me vio nacer muerto insepulto…Tampoco es usual que me siente a escribir jornada sobre jornada, y como ya son dos los meses que llevo correteando con estos dedos flacos sobre el teclado, mi categoría humana ha comenzado a variar: el ente social que simulé ser va perdiendo terreno; el ermitaño comienza a ganar parcela. Pausa aquí para filosofar sobre el asunto, para desvariar, para hablar desecho inorgánico. ¿Se puede escribir con la intención de exprimir la palabra, literalmente, y por tanto, literariamente, sin alejarse del entorno “social”, del lobby comunal? ¿Se puede escribir con las intenciones del renglón superior sin enclaustrarse como una ostra? El cuarentón se repliega, cede la respuesta al que la tenga.


P.D: En la foto, el cuarentón. La fecha al pie de la instantanea se quedó varada en el tiempo porque la foto es de la semana pasada. La sonrisa es de ocasión...