martes, 28 de junio de 2011

De película (s)

Descontando a Carlos Gardell, dichoso aquel para quien veinte años sean, si acaso, nada. Hace veinte años tenía yo veinte años y en aquel pasado no tan reciente para una vida humana, vi en el cine Yara de La Habana, por primera vez, El lado oscuro del corazón. Si a la distancia mal no recuerdo fue en un Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Rampa arriba y Rampa abajo chancleteaba aquellas cuadras decembrinas del Vedado habanero con dos o tres buenos amigos con los que compartía aposentos y bacanales en la beca universitaria de 12 y Malecón. Pero no fue junto a ellos que vi la película, si no en compañía de Gina – Machado y Pérez – mi novia en aquel pretérito imperfecto, porque se disfrutaba in extenso, a pesar de las carencias materiales de todo tipo. Riviera, Payret y el provinciano cine Lajero, de San José de las Lajas, fueron otras de las salas oscuras cuyas butacas reconocieron la prolongación de la espalda de este amanuense – porque nalgas nunca tuve – cuando rodaron por las zanjas de las ruedas de sus proyectores, en años siguientes, las cintas de la película de Eliseo Subiela. No creo que las fiebres que en su momento despertó en mí El lado oscuro del corazón, sigan tan altas como entonces; que no en vano los años pasan, y nuestro perfil estético se reacomoda con otras fuentes y de otras maneras. O quizá sea que la película envejeció, al menos para quien era tan joven cuando ella nació. Lo cierto es que ahora mismo considero más vigente otra película de Subiela, anterior incluso al El lado oscuro del corazón, y es Hombre mirando al sudeste (1986), cinta de culto para mi madre y plagiada generosamente en 2001 por una versión hollywoodesca: K-Pax (Kevin Spacey, Jeff Bridges) De todas formas, El lado oscuro del corazón sigue siendo, todavía hoy, una película sensible y además, jóvenes de veinte años siempre habrá para que se deslumbren con ella. La actuación de Darío Grandinetti aporta una dosis alta a la capacidad de estremecimiento del filme, y es que sus interpretaciones de los textos poéticos son sencillamente antológicas. El poeta no obligatoriamente necesita ser un buen lector de poesía, con escribirla le alcanza para salvarse. Pero siempre hay excepciones. Por citar dos ejemplos: Mario Benedetti era un excelente lector de su poesía, el poeta cubano Juan Carlos Valls, también lo es. Y Darío Grandinetti semeja ser un poeta en toda la línea no solo por su manera de exteriorizar los textos de la película (Juan Gelman, Oliverio Girondo, Mario Benedetti), sino además por su manera de asimilarlos, de creer en ellos. Para no cansar, ya coloco debajo de estas líneas un fragmento de El lado oscuro del corazón, y los magnos minutos finales de Hombre mirando al sudeste, con el mejor soundtrack posible e imaginable para ese fragmento concluyente de la película: el último movimiento de la 9na Sinfonía de Beethoven, la Oda a la Alegría de Schiller convertida por el compositor en festejo perenne para el espíritu.


viernes, 24 de junio de 2011



Palabra hueca.

A la gente de la izquierda política, ideológica, idiosincrásica y sin gracia, suele írsele la rosca y dejar la tuerca bailando en el tornillo. La intención primaria es ajustar ambos hierros – el problema y la gritería – pero el yerro es harto frecuente. La vida bohemia como look y no como certeza, la ausencia de garbo, la barba de siete días o de siete meses, la natación contracorriente, el consumo de cerveza local en lugares con nombre elitista o de novela, donde abunde la monserga intelectualoide, seudo artística, cuasi creativa y chata, no son patrimonio exclusivo de la tropa de asalto de la izquierda ideológica. No señor. Las reflexiones filosofales – sin piedra – y la habladera de detritus radiales, tampoco. Sin embargo – según precepto martiano – para que el amanuense mantenga incólume su probidad, debe en justicia honrar a quién honra merece, y el discurso metatrancoso de la izquierda tica tiene sus filigranas dignas de campeonato, cuidado un podio. Radio UCR se lleva los primeros lugares en autogoles, swings al aire en dos strikes sin bolas y arrancadas en falso en la línea de salida; sitial de honor en el medallero de las descalificaciones espontaneas. Ayer a media tarde tuve la desdicha de escuchar el desajuste de dos vencedores. Debemos luchar para sacar al país del drama y la tragedia en la que estamos viviendo. ¡¿!? Primer strike. Y el segundo: Tenemos que rescatar lo poco que de humanidad nos va quedando. No digo el nombre de los pescadores de curvas del home hacia afuera para no herir concretas sensibilidades y evadir el síndrome de la vergüenza ajena, pero no hay duda de que estas frases son un monumento a la bobería, a la estupidez. ¿Drama? ¿Tragedia nacional? ¿Acaso griega? La facundia me hizo dudar, un dramático segundo, de mi ubicación geográfica, temporal: ¿estoy en San José de Costa Rica o estoy en Kosovo, Mogadishu o Ruanda en la primera mitad de los años 90? Tranquilo, estás en Costa Rica. Y es que ni siquiera con matanza, hambruna, limpieza étnica e involución genealógica se puede hablar de drama, tragedia humana y salvamento de género en una comarca donde incluso sin aplicación de geles ni aceites de sex shops, todo resbala. Si en 1485, en la Batalla de Bosworth Ricardo III ofreció su reino por un caballo que le permitiera salir en estampida de aquel lugar; en 2011 la plebe de Costa Rica, el 90 porciento de su población, se tira sin pestañear el salario de un mes en una tarde de compras en un Mall de la comarca. Y si algo quedó en los bolsillos, vamos a llenar el intestino grueso con comida rápida y por extensión, vamos a torturar la báscula. ¿Drama? ¿Tragedia? Con todos los problemas, deudas existenciales, metafísicas y materiales que como especie aún arrastramos, del año cero para atrás y hacia acá – salvavidas para el Renacimiento – lo mejor que se ha vivido es lo que estamos viviendo. Ojalá pudiera yo montar en un carretón del tiempo a quienes dicen lo contrario, y dejarlos donde mejor les parezca: en la prehistoria, el Egipto faraónico, la Grecia de Pericles, la Roma de los Césares, el Medioevo pestilente, la Europa de la Revolución Industrial, estaciones intermedias o paradas más recientes como fueron los comienzos del siglo XX o la Revolución Cubana. Y que me cuenten al regreso si conocieron o no lo que es amor de mulata. Para palabras sin asidero firme, gloria ni eternidad, ya tenemos bastante con las que salen de las letras locales; para comparsa nos alcanza con la que ganó en los últimos carnavales.

viernes, 17 de junio de 2011



Obituario

Se murió Juan Sin Tierra, se nos fue en un pestañazo de la nada temporal a la nada eterna y ni caja digna hubo para soterrarlo. Una gaveta remendada a serrucho y martillazo limpio le dio cobija estable bajo la grama del cementerio obrero, ¿o era un potrero aquello? Un entierro de pobre se decora con poca gente, poca lágrima, cero fanfarrias y si hoy te vi mañana no me acuerdo porque el pico, la pala, el cemento o el azadón, me tienen las neuronas tragando mierda desde que existo. Faltó tiempo para el remiendo mental, para tapar el hueco emocional que Juan Sin Tierra dejó, en fin, para aceptar la ausencia con serena reunión familiar, novenario, chocolate caliente y cuanta porquería ritualista se le pueda incorporar al performance. Y es que pareciera que en casa de pobre la vida corre con cuatro piernas y aunque falte Juan Sin Tierra en este amanecer, los que quedamos en pie, para comer mañana tendremos que doblar el lomo desde primeras luces de hoy. Se murió Juan Sin Tierra y nadie ha dicho ni esta boca es mía. No se imprimió esquela, no corrió tinta de imprenta con el nombre Juan Sin Tierra en página de Obituario. Pero ¡ayy!, si se nos muere Juan Con Tierra el asunto es casi un protocolo gubernamental. Para que sane la herida familiar será necesario hacer que la vida quede paralítica un buen rato en esa estación, y si hay voluntad y el dinero alcanza, también será necesario aplicar los frenos al eje de rotación de la Tierra y detener el tiempo. Pero aunque esté detenido habrá tiempo para eso y para asquearse de tomar chocolate caliente. Ahora el vademécum indica que es momento de ponerse pilas. ¡A correr liberarles! que son las tres de la tarde y tenemos disponible una porción pequeña de aquel que detendrán para rendir tributo al finado en la plana mortuoria del siguiente día. Recuerda que la banda magnética va hacia afuera; apúrate que el tiempo es oro; quítale medio millón de colones a la tarjeta, que Juan Con Tierra merece media página de dolientes. No importa que Juan Con Tierra, profesional o inexperto, no rebase en razón popular las fronteras de la verja del jardín de su casa, los bancos del templo, las mesas del aula o las paredes – de gipsum – de la oficina. No importa que Juan Con Tierra pasara por la vida dejando huella tan fecunda como la huella que deja una carreta de bueyes en día sin aguacero. Lo que importa es que murió Juan Con Tierra y no puede faltarle un espacio notable allí donde mejor está: en las páginas muertas de cualquier diario.

sábado, 11 de junio de 2011


Culebrón noticioso.

6:00 am. Noticiario sin noticias en canal televisivo número 6 de Costa Rica. Y quién dice 6, dice 7, 11, u otro número al azar entre los canales locales, con una digna excepción de la regla: el Canal de la UCR (Universidad de Costa Rica). Titulares: (se escucha una voz – o algo que se parece – de mentecato en off, con dicción bajo tratamiento de logopeda y gramática de espanto) Camión choca con muro en Curridabat; pulpero muere en asalto a pulpería; Presidenta de la República dice que le gusta vestir ropa de color azul; se agotan campos para concierto de Pepe el Globero; M´c Donalds abre nuevo local en Fango al Pecho; ministro da paseo familiar en helicóptero del gobierno; bajonazo en gasolineria de Tibás; hombre recibe puñalada con desatornillador; Salveques a mitad de precio en tiendas de la capital; Ministerio de Educación ocupa sesenta millones de colones para pagar salarios del pasado trimestre a sus empleados; funcionario de la Caja Costarricense del Seguro Social dice que los médicos de este país ganan – cada uno – más dinero que Bill Gates y que muchos de ellos tienen tanta vocación de galeno como de astronauta un topo...Todavía estoy esperando la primera noticia. Si el papel aguanta todo lo que le pongan, no es poca la metralla que soporta el oído interno sin desfallecer. Y lo mejor – es un decir – está por llegar: ¡el despliegue verborreico noticioso! Arranca la conduerma con 5 minutos de reporte pseudo periodístico acerca de camión incrustado en muro de vivienda. Hasta del número que calza el camionero se habló. Sigue la molienda matinal de canal 6, 7…cualquiera menos UCR, con despliegue fashion y soporte técnico de regio diseñador de modas que abunda en recovecos textiles de la Presidenta de la República, y aporta – piensa él – novedosos elementos relacionados con el arte del buen vestir. De 5 en 5 llevo casi media hora esperando la primera noticia. Cierra el paquetazo de primera hora – escuche usted la música de sainete de serie B como telón de fondo – un informe lacrimógeno – sin gas – referido a O.N.G. La utopía desecha, grupo paranormal que ofrece ayuda a familias de escasos recursos económicos y abundante currículum policial. Ya no son suficientes las horas que al basurero de la vida lanzan diariamente los c/anales locales transmitiendo sin piedad ni mesura cuanto culebrón infecundo asoma las nalgas en cualquier rincón del mundo. ¡Hay que transpolar la mentalidad lúdica, ingenua, para descerebrados, del novelón; hasta lo que se supone debió ser su antípoda: los noticiarios televisivos. La gente que piensa es la que mueve el mundo pero de todas formas esos son pocos y no ven noticiarios ni culebrones (son casi sinónimos), así es que no hay manera de redimirlos, por lo tanto; es mejor concentrar la pólvora mojada sobre el tumulto amorfo, sobre aquellos que se mueven en manada y de vez en cuando generan a coro un destello macilento que les alcanza, si acaso, para enjugar una lágrima tumultuaria en pos de un sueño tan irreal como trunco, o a causa de una noticia tan flaca como la vida que llevan.

sábado, 4 de junio de 2011



Del teletrófono al celular a la caverna mental.

Hablar por teléfono celular puede causar algún tipo de cáncer cerebral, según informes – ¿amorfos? – e información reciente. Supongo que para llegar a la dosis cancerígena de conversación telefónica satelital, habrá que amarrarse el aparato a la oreja – izquierda/derecha o la del remedio en caso de que falte alguna –, dormir con él ahí, y apoyar la cabeza en el costado inverso para conciliar el sueño. Dado el exiguo tiempo que al artefacto comunicador dedico, la noticia me resbala, pero me agrada. Y no es que mal quiera yo a la humanidad, sino que fastidia tanta enajenación pro tecnología. Así es que también sería grato escuchar que el artilugio provoca metástasis por el uso extensivo de cualquiera de sus otras funciones: enviar mensajes de texto, navegar en Internet, escuchar música, chatear, ver/tomar videos o fotos, desvariar y mantenerlo en la mano aunque no se esté haciendo algo útil o inútil con él, o un sinónimo de dos palabras: comer mierda. Esta última aplicación, aderezada con una dosis a veces repugnante de cualquiera de las otras, es la de uso más extendido en Costa Tica, y estoy seguro que las dimensiones del performance rebasan la linea costera nacional y clasifican en la categoría de formato global. Zombie es término y trato amable, como definición y modales, para apiñar a aquellos homo sapiens sapiens que perdieron el hábito de caminar con la cabeza erguida y los brazos oscilando a los lados del cuerpo desde que a sus manos llegó un teléfono móvil. La oración anterior es válida también para los enjambres que conducen un vehículo al estilo lagartija: con un ojo taladrando el celular, otro sobre la carretera, ¡y vaya usted a saber en que condiciones viaja el tercer ojo! Los especímenes satelitales que viajan en el asiento contiguo y trasero – ¡del vehículo! – o en los asientos de las rutas urbanas, pendientes del inalámbrico, no clasifican entre los lagartíjicos porque llevan los dos ojos cosidos al teléfono. Los vericuetos del chirimbolo son, para esta laya de mortales, asunto más importante que la vida que pasa, fluye y se escurre de prisa junto a ellos. Adictos a la tecla touch y a la mecánica sin flujo ambiental ni fluidos corporales, van de vuelta y a paso doble hacia el Australopitecos, ahora en versión IPhone cuarta generación o inventos similares.