jueves, 5 de mayo de 2011



¡Au revoir, bye bye, chao bin Laden!

Osama bin Laden cambió de barrio otra vez. Se nos fue hasta un reparto subacuático en el Mar Arábigo. Que lo suyo es vida exótica a lo grande y cansado como estaba de masajear juanete sobre tierra firme decidió hacer reposo en santuario marino medio oriental. Doce horas antes de llegar allí, ya formaba parte del suburbio de las mayorías. Es decir que el hombre ya tenía distrito nuevo antes de llegar al nuevo distrito. Y ahora mismo está presente en dos jurisdicciones al mismo tiempo. Para sentirse bonito en la mudanza, dejó que le maquillaran el entrecejo con un plomazo de obeso calibre. ¿O fueron dos, o doce? El rímel hizo lo suyo en el intento de fortalecer la expresión de la mirada sin ojos del insurgente, pero el retoque se desplomó porque este año la primavera viene llegando caliente a Pakistán. Humilde como se nos había vuelto el chancletero con el paso de las efemérides, con el paso de los disparos sobre su turbante y ahora con el paso de las aves de rapiña y de los peces depredadores – según etapa del trayecto hasta nuevo lugar de retiro – ni se quejó el sedicioso cuando lo envolvieron en un sudario de medio pelo. Y allá iba el guerrero con el séquito de infieles y la frente en alto, más en alto que de costumbre por los efectos de pirotecnia que le aplicaron los Navy Seals en la cabeza. Distraído, ya fuera del cuerpo los pensamientos – uno en esta, otro en aquella pared – se dejó llevar sin remilgos hasta su nuevo hogar, en el más repulsivo rincón de la eternidad.