Al galope.
A mi primo Gilbe
Primero se enervan, y al instante catalizan en combustión simultánea tu cigarrillo y el motor 8 en V del Mustang 64. Ya dejaste los cayos y el pescado frito, el aire cálido, peninsular de la US 1, comienza a golpear sin clemencia en el rollito de tabaco atenazado por unos dedos flacos, prolongación dactilar de tu brazo izquierdo que descansa extendido hacia adelante, ventanilla afuera, mientras el cuerpo se reclina todo lo que puede para extender también el brazo derecho sobre el volante. Las mejillas del Ford rejuvenecen bajo el Sol de Florida, el gris pálido de la capota refresca el ambiente dentro de la cabina y que vengan a buscarte todas las millas del Mundo. El pie derecho ya estable, profundo sobre el acelerador, hace roncar al Mustang y comienzan a quedar detrás los aparatos rodantes de los años mozos.
Por el aquello de tirarle un vistazo al Golfo, sobrevolar a caballo el Mississippi y acercarte a Nogales para reconocerte del lado próspero de la frontera, en Jacksonville estuviste a punto de hacer el giro a la izquierda, entrarle con todo a la Interestatal 10 y espolear el corcel hasta Santa Mónica, California. Pero no lo hiciste, y ahora mismo la vieja guardia sigue marcando el paso por la I-95 casi a la altura de Savannah, Georgia. En Benson, Carolina del Norte, la tentación no te dejó desandar ese cauce del delta a la fuente y colocaste señal para incorporarte a la Interestatal 40. El Mustang 64 se acerca más al asfalto mientras más revoluciones recibe el motor; millas quedan detrás como bandadas de pájaros migratorios cortan interminables el firmamento. En Oklahoma City movimiento elegante, irreverente, del Mustang cortando hacia la derecha y vuelve a roncar el clásico hasta Des Moines, Iowa por la Interestatal 35. Ventanillas arriba porque este clima ya no es el mismo que abraza en Florida, no hay más razones para estar ahí que querer estar y hacer lo que al espíritu le haga bien, cigarro en mano, pie firme sobre el acelerador, Pearl Jam, Sound Garden, Nirvana y Staind alternando en la radio desde el comienzo del Universo. Siempre quisiste llegar hasta Sacramento bajando desde el Norte por las Rocky Mountains, por eso vuelves a torcer camino cuando te anuncian el cruce con la Interestatal 80. Entre Chayanne y Lamarie el Mustang semeja un Pegaso compacto, las nubes se abrazan a los neumáticos y nunca jamás volverás a sentirte tan cerca del cielo.
Una semana después de la largada, en lontananza aparece Sacramento. Es de noche, el viejo Mustang ruje como si hoy fuera su primer día de vida del año 1964, su orgullo intacto saborea la brisa que le llega del Oeste, y piensa que tal vez le quede tiempo aún para atravesar también el Océano Pacífico.