viernes, 18 de julio de 2014

Six Pack.



 
Six pack.

       En cuanto asoma el día – porque hoy descanso toca en el Porfirio´s Restaurant – así, a lo decimonónico, a lo trágico, te dices: me voy a la costa con un six pack. Solo, porque llevarla no puedes a hacerte talco la psique en este día sin sombras, con esos nubarrones casi pétreos, made in para ti. Y allá te veo, con el culo cosechando callos sobre la roca, el sombrero hasta las cejas para que el viento no lo arrastre, la camisa un papalote. Y destapas la primera cerveza, medio vacua la mollera, y a la segunda, coño, mi hija, y que lejos está. Pero venga otra Corona fría, que se corta con los tijeretazos del aire. Y tú que si me agarra la policía esto va a ser cagarse y no ver la mierda. No importa, de todas formas la mierda nunca se ve, se esconde. Hasta la mierda que no se defeca se esconde. Allá el que tenga mierda que esconder. Y te acuestas sobre la piedra, y dale ahora con el sombrero que se lleva el viento. Y corres a buscarlo, – menos mal que no voló hacia el mar – la camisa un papalote, la vida misma un papalote hasta que se la lleve el tiempo. Por aquí no se ve un alma hasta la otra milla, mejor. Y a la cuarta ella era buena imitando hasta que se venía, hasta que se quería, pero que va, eso de compartir su juego de nalgas nunca me convenció, que no éramos Eluard, Gala, Dalí. Y además por mucho rehearsal que le metiera, ni de chiripa le salía la vergüenza. Y a la quinta lo peor que le puede pasar a un hippie es tener que afeitare todos los días y trabajar en el Porfirio´s ese. Y a la sexta mi hija, coño, y que lejos está.