No era Jack Nicholson, pero mejor imposible
El monarca que administra la isla de Cuba enclaustró las
palabras de Barack Obama entre las paredes del raquítico Gran Teatro de La
Habana. Sabía que la televisión haría lo suyo, pero quiso que el discurso del
presidente de los Estados Unidos naciera, digamos, sin eco. Semejaban las
paredes del pequeño Gran Teatro una recámara contra impactos, la platea un enjambre
de maniáticos entrenados para minimizar el choque con lo incontrastable. El hermetismo
de la estancia, sin embargo, permitió que el presidente de los Estados Unidos de
América desenvolviera con todo garbo el papel de regalo en que envolvió las 4 duras
verdades que a Raúl Castro – la claque: paisaje – obsequió. Un poco más y se
las canta al oído. No era Jack Nicholson quien hablaba, pero mejor imposible.