miércoles, 12 de diciembre de 2012

Impasse.


 
Impasse.
        Anoche hice algo que no acostumbro, intercambié criterios en facebook y con un tipo moldeado a machetazos. No es mucho lo que se puede esperar de alguien cuyo segundo nombre fue encontrado en los remates del universo pero entretenerse nunca está de más. Decía el Mengano de tal, el Fulano Rufino, que la Cuba de hoy (1959-2012...¿?) debería reproducirse al menos en otros 100 países. ¡Y eso, para bien! También según este adorador de lo que ni siquiera conoce, él, que en Costa Rica nació y a Cuba habrá visto, si acaso, en fotos de polaroid o imágenes de la NASA, es más cubano que yo. Sus argumentos: él venera a Fidel Castro y a la revolución cubanayagua, yo no. Los criterios que pude hacerle llegar sobre el asunto debí escribirlos a la carrera porque conociendo ya la pata coja que honraba, intuí que en algún momento de “la charla” actuaría copiando al papel carbón el procedimiento habitual de aquello que tanto ama: la censura. Y así sucedió. Sin embargo, mientras me dejó Rufino algo se habló. Le dije que la patria es algo así como una úlcera que late debajo de la ropa, y que la ropa son los gobiernos de turno, aunque el turno supere los 50 años. Empecinado el hombre en ser más cubano que yo, lamenté decirle que aun sabiendo que lo acongojaba, debía ser honesto y comunicarle que no cumplía los requisitos que exige el formulario para aspirar a tan singular oficio. Casi al final del intercambio cuasi epistolar que con el mae (el ecobio, el asere) mantuve ante el ojo público, me dijo Rufino, no sé porqué, que sus ancestros eran españoles republicanos. Dado el tema que se venía tratando, fue un poco desconcertante tener que responderle que los míos también. En fin, que si de árbol genealógico habló, para no hacerle un desaire de árbol genealógico respondí yo. No obstante, para que no sintiera el hombre vínculo remoto que pudiera unirnos y avergonzarlo, mencioné también la presencia de ascendientes congos y carabalíes en mi raíz, visible sobre todo en aquello que me cuelga por alguna parte. Concluyendo: entristece un poco encontrar a alguien, a estas alturas de historia, con unos criterios que la realidad dejó fuera de combate hace un montón de años, entristece tener que reconocer que todavía quedan tontos útiles que sin masticar se tragan un cuento de camino que a otros le sirve para mantenerse precariamente dentro del ruedo, y entristece, en fin, tener que aceptar que un ser humano puede vivir toda la vida dentro de una paja mental que – piensa él – moralmente lo justifica.