Impasse.
Anoche hice algo que no
acostumbro, intercambié criterios en facebook
y con un tipo moldeado a machetazos. No es mucho lo que se puede esperar de alguien
cuyo segundo nombre fue encontrado en los remates del universo pero entretenerse
nunca está de más. Decía el Mengano de tal, el Fulano Rufino, que la Cuba de
hoy (1959-2012...¿?) debería reproducirse al menos en otros 100 países. ¡Y eso, para
bien! También según este adorador de lo que ni siquiera conoce, él, que en
Costa Rica nació y a Cuba habrá visto, si acaso, en fotos de polaroid o
imágenes de la NASA, es más cubano que yo. Sus argumentos: él venera a Fidel
Castro y a la revolución cubanayagua, yo no. Los criterios que pude hacerle
llegar sobre el asunto debí escribirlos a la carrera porque conociendo
ya la pata coja que honraba, intuí que en algún momento de “la charla”
actuaría copiando al papel carbón el procedimiento habitual de aquello que tanto
ama: la censura. Y así sucedió. Sin embargo, mientras me dejó Rufino algo se
habló. Le dije que la patria es algo así como una úlcera que late debajo de la ropa, y que la ropa son los gobiernos de turno, aunque el turno supere los 50 años. Empecinado el hombre en ser más cubano que yo, lamenté decirle que aun
sabiendo que lo acongojaba, debía ser honesto y comunicarle que no cumplía los
requisitos que exige el formulario para aspirar a tan singular oficio. Casi al
final del intercambio cuasi epistolar que con el mae (el ecobio, el asere) mantuve ante el ojo público, me
dijo Rufino, no sé porqué, que sus ancestros eran españoles republicanos. Dado
el tema que se venía tratando, fue un poco desconcertante tener que responderle
que los míos también. En fin, que si de árbol genealógico habló, para no
hacerle un desaire de árbol genealógico respondí yo. No obstante, para que no
sintiera el hombre vínculo remoto que pudiera unirnos y avergonzarlo, mencioné también la
presencia de ascendientes congos y carabalíes en mi raíz, visible sobre todo en
aquello que me cuelga por alguna parte. Concluyendo: entristece un poco
encontrar a alguien, a estas alturas de historia, con unos criterios que la
realidad dejó fuera de combate hace un montón de años, entristece tener que
reconocer que todavía quedan tontos útiles que sin masticar se tragan un cuento
de camino que a otros le sirve para mantenerse precariamente dentro del ruedo, y
entristece, en fin, tener que aceptar que un ser humano puede vivir toda la
vida dentro de una paja mental que – piensa él – moralmente lo justifica.