sábado, 12 de diciembre de 2009



Reencuentro

A Eduardo Rene Casanova Ealo, tantos años después…

Volver al pasado, reconvertir el tiempo, magullarse una vez más los pómulos con el hambre vieja de la Isla, liquidar una botella de ron con el mismo vaso, leer poesía con deseos, con premura, con el trago aún en mitad de la garganta, jugándonos la vida en cada verso, en cada estrofa, en cada texto. Reconcentrarnos con el propósito de rehuir el sendero monocorde, inercial: ese que puertas afuera nos avasalla. Regresar al territorio donde la causa fue más pura. Reconocernos allí, donde supimos de manera subrepticia que nuestro deforme apetito era de Mundo. Volver al pasado, a la precaria condición de los pómulos huesudos reflejando su abandono, su intermitencia abúlica, creativa, en el sinuoso vidrio de la botella de ron que se despide con un solo vaso, plástico, desechable, como nosotros mismos. Reconocernos en los borradores y en el puñado de hojas sueltas, en el tableteo de la vieja Remington. Volver al pasado, re expulsarnos hacia aquel lugar, hacia cualquier lugar allí, hacia la nada, con ganas de avasallar el sendero monocorde, pero sin lograrlo, como en aquel entonces. Regresar hasta el borde del acantilado, recrearlo: los ojos estáticos en el desfiladero, los ojos rozando hasta el límite visual la vastedad del líquido que se yergue como barrera infranqueable, el pensamiento al otro lado de la barrera, en cualquier parte pero siempre al otro lado de la barrera. Devolverme al instante en que hoy tecleo, devolvernos, más hechos, más deshechos. El viaje aún es de ida y vuelta, el puente sigue ahí, maltrecho pero ahí, los párpados ya no tan firmes pero ahí, la vida más frágil pero ahí, la incertidumbre ahí: su huella perceptible, legible. Volver al pasado, abandonar esta casa, regresar a otra casa también nuestra, ejercitar la memoria: organizar los recuerdos, reconstruir a fogonazos la sobrevida, reconstruir el grito mudo, sordo, de ira, que acaso aún nos acompaña, reconstruir el grito de aquellas mujeres que no lograron dosificar el orgasmos sobre la montura fálica. Volver al pasado, a la carrera sobre un puente maltrecho pero ahí, con los párpados ya no tan firmes pero ahí, con una vida más frágil pero ahí, con el pecho lesionado pero ahí, con el tándem blanco-gris maquillando las sienes, con una vida documental, de cinematógrafo, que transcurre cuadro a cuadro con el tiempo a favor, y con el tiempo en contra.