¿Adónde va el palabreo
libertino, la libertad cantinflesca?
No está de más recordar que
escritor(a) no es aquel que con todo empeño garrapatea cuartillas y publica
libros. Cualquiera pare un descendiente tecnológico de las hilachas de un árbol, protegido el parto malogrado
por dos tapas que anuncian lo que en su vientre de folios algún desdichado sufrirá leyendo.
Pero no alcanza con enlazar cuatro o
cinco metáforas medianamente dignas, o un par de historias semiprecarias frente
al ojo público para dejar aquel rasguño en la piedra de que hablara José Lezama
Lima. Al escritor el ego en soledad le crece. No se abalanza un escritor(a) sobre
los cuatro gatos diletantes que junto a él comparten espacio y tiempo porque su
tarea es tratar de colocar otra crucecita en el almanaque de la eternidad. Y
eso es cosa seria. En esta comarca, como en cualquier otra, la ignorancia es
atrevida, y sin patrones de contraste sólido cualquiera puede creerse lo que no
es. Como en cualquier otro lugar, también aquí son frecuentes los artículos que
en las páginas de opinión de la prensa, garabatean los escribidores de la
comarca. En no pocas ocasiones inspira nulas ganas de pensar lo que se lee y sí
mucha compasión, vergüenza ajena, deseos de llorar. Y no hay un alma en esos
periodicuchos capaz de ponerle freno a lo que freno lleva. Por tanto, dado que no aparece,
ni de lejos se ve en algún rotativo de la comarca un editor, un corrector de
estilo que valga tres quilos, es justo que todo el peso de la faena recaiga
sobre los hombros del escribiente. El problema es que alguien que respete el oficio – aunque no
lo domine – de escribir, no puede darse el lujo de sacar a la luz pública en
el periódico más importante del país un ¿artículo? donde se lea algo
como esto: Con el corazón en la mano, con
lágrimas de sangre, con las cenizas de un antiguo fuego, por citar solo algunas
metáforas, seguimos siendo polvo de estrellas enamorado. Animales que aúllan
ante el desierto, pájaros que le cantan a la lluvia. (…) ¿Adónde (va) la gracia, la obsesión misma que me hace escribir una y otra página a
lo largo de mi vida? ¿Adónde la contemplación, silenciosa y obstinada, que hace
soñar al astronauta con naves estelares combustionadas por plasma? (Dorelia
Barahona. ¿Adóne de va la libertad? Sección Opinión. Periódico La Nación.
Jueves 31 de mayo de 2012) Donde solo cabe una cosa no caben dos ni tres. Ese texto, del cual he tomado, para atenuar horrores, un botón de muestra, más que un artículo
de opinión parece un extracto de tertulia pasada de copas en sabatina noche o dominguera madrugada, la clásica
nota del suicida o el borrador de lo que de todas formas será un pésimo poema. Aún no se define la ruta. Lo que queda
claro es que la verborrea que destila el asunto es abundante; tanta que se
convierte en reverencia gratuita a Mario Moreno porque, ¡oye!, según el
apiñamiento de palabras los derroteros de la libertad parecen inescrutables
pero el lenguaje cantinflesco tiene puerto seguro.