Musculatura de la
retrospectiva personal.
En ejercicio inconstante
de retrospectiva, eventualmente vuelvo los
ojos al paisaje desandado para que el tiempo no me arrastre. Y me aquieta
sentir que lo que fui seré, aunque me apoquen los años – si les llego – con los
pliegues y los miasmas. La curvatura de la tierra sostiene mi parábola: el
punto de partida será término, y será sentencia; el camino es uno y el mismo. Los
dolores, los hedores y las penas, serán los de siempre. El regocijo y el gozo
habrá que salir a buscarlos en los sitios habituales, y como siempre: para cebarlos,
para no encontrarlos, para castrarlos, para catequizarlos después de todo y
tanto, como placebos. Eventualmente vuelvo los ojos al paisaje desandado para
que el tiempo no me arrastre igual que arrastra el viento la nota monocorde de
un piano de atril empotrado a la tarima. Y me aquieta sentir que todavía me
aferro a la costumbre de querer y dejar que me quieran.