Banana Republic. II
El domingo se formó un
despelote a la salida de la ciudad, en una autopista que conecta a San José con
el puerto de Caldera, en la costa del pacífico tico. Como aquí todo es posible,
la mismísima Presidenta de la República asumió funciones de policía de tránsito
y de paramédico. Un vehículo que iba justo delante del carro en que se
desplazaba la presidenta, derrapó, chocó contra un paredón y dio varias vueltas
en redondo, sin volcarse. En el intervalo tres ocupantes del carro lo
abandonaron sin pedir permiso: salieron como proyectiles por las ventanillas y
cayeron sobre el asfalto. El conductor del carro averiado,
ahora más ligero de peso, decidió que lo mejor era darse a la fuga. El vehículo
de la presidenta se detuvo para auxiliar a los ejemplares de parábola y balística, ahora durmientes. Dos moto-patrullas
de la escolta presidencial siguieron detrás del escurridizo conductor. Lo
detuvieron un kilómetro adelante. El hombre estaba borracho. Parece cosa de
película pero no lo es. La seguridad de la Presidenta de la República estuvo en
juego durante varios minutos. Cualquier cosa pudo haber sucedido porque toda su
estructura defensiva, de protección, quedó desarticulada durante un buen rato.
El conductor que manejando en estado de ebriedad provocó el accidente y se dio
a la fuga, quedó en libertad horas después del suceso. No puedo definir con
certeza si esto parece una burla al sistema judicial, o si es el propio sistema
judicial el que parece una burla. La presidenta de Costa Rica se tomó el tiempo y trabajo de verificar la
elaboración de los partes en contra del temerario chofer para evitar cualquier
resquicio en el procedimiento que pudiera abrir una puerta a la impunidad. ¡Y
aun así el hombre salió en libertad horas después! Lo que duele no es el
libertinaje y la desfachatez con que se vive en este país – transgrediendo
impunemente cuanta ley se escriba – porque el dolor ya no es tanto cuando en
hábito se convierte; lo que duele es que la institución que – ya sabemos: teóricamente – debe velar por el cumplimiento de las leyes, se ha burlado,
a “tirado a mierda”, a la propia Presidenta de esta República. Y todavía hay algunos que se enojan cuando en otras latitudes le adhieren a la nación el apellido de Bananera.