martes, 1 de mayo de 2012

Banana Republic. II



Banana Republic. II

              El domingo se formó un despelote a la salida de la ciudad, en una autopista que conecta a San José con el puerto de Caldera, en la costa del pacífico tico. Como aquí todo es posible, la mismísima Presidenta de la República asumió funciones de policía de tránsito y de paramédico. Un vehículo que iba justo delante del carro en que se desplazaba la presidenta, derrapó, chocó contra un paredón y dio varias vueltas en redondo, sin volcarse. En el intervalo tres ocupantes del carro lo abandonaron sin pedir permiso: salieron como proyectiles por las ventanillas y cayeron sobre el asfalto. El conductor del carro averiado, ahora más ligero de peso, decidió que lo mejor era darse a la fuga. El vehículo de la presidenta se detuvo para auxiliar a los ejemplares de parábola y balística, ahora durmientes. Dos moto-patrullas de la escolta presidencial siguieron detrás del escurridizo conductor. Lo detuvieron un kilómetro adelante. El hombre estaba borracho. Parece cosa de película pero no lo es. La seguridad de la Presidenta de la República estuvo en juego durante varios minutos. Cualquier cosa pudo haber sucedido porque toda su estructura defensiva, de protección, quedó desarticulada durante un buen rato. El conductor que manejando en estado de ebriedad provocó el accidente y se dio a la fuga, quedó en libertad horas después del suceso. No puedo definir con certeza si esto parece una burla al sistema judicial, o si es el propio sistema judicial el que parece una burla. La presidenta de Costa Rica  se tomó el tiempo y trabajo de verificar la elaboración de los partes en contra del temerario chofer para evitar cualquier resquicio en el procedimiento que pudiera abrir una puerta a la impunidad. ¡Y aun así el hombre salió en libertad horas después! Lo que duele no es el libertinaje y la desfachatez con que se vive en este país – transgrediendo impunemente cuanta ley se escriba – porque el dolor ya no es tanto cuando en hábito se convierte; lo que duele es que la institución que – ya sabemos: teóricamente – debe velar por el cumplimiento de las leyes, se ha burlado, a “tirado a mierda”, a la propia Presidenta de esta República. Y todavía hay algunos que se enojan cuando en otras latitudes le adhieren a la nación el apellido de Bananera.