jueves, 12 de agosto de 2010



13 de Agosto: ¡Llegó la pipa!

Mañana esperemos pipa de lager en el mediodía estival de las ¿15? provincias y los 169 municipios cubanos. A capear el descojonamiento de un país y un nuevo descojonado cumpleaños del descojonador en jefe con borrachera que permita diluir en alcohol la mala vida, y si la ocasión lo precisa, pues a gritar ¡Viva Fidel! aunque la sensación más cercana al alarido sea la de un madero abriendo camino en el recto, a lo Transilvania, pero con más calor, y con efecto más prolongado. Quién aquí escribe creció, y todavía joven, envejeció en la ínsula, escudriñando el fenómeno pipa de lager, unas veces desde el balcón de la casa de sus padres y otras cubo en mano desde las estribaciones del molote; y en día como el que casi amanece sin amanecer (en Cuba), celebraba lo mismo que los que allá quedaron: nada. Vísperas de nuevo latigazo sobre lomo isleño, aquí les dejo un disfrutable artículo de Carlos Alberto Montaner, publicado en LA NACIÓN de Costa Rica y El Heraldo de Miami, el pasado domingo 8 de Agosto.


Carlos Alberto Montaner

El día 13 de agosto Fidel Castro cumple 84 años. Hace pocas semanas Raúl alcanzó los 79. Son dos ancianitos. Es verdad que Fidel parece haberse recobrado de la gangrena intestinal que casi lo liquidó, pero los síntomas de deterioro mental continúan vigentes. El diagnóstico que sotto voce manejan sus médicos cubanos es “Demencia vascular”, dado que en el pasado tuvo varios espasmos cerebrales transitorios que fueron minando su salud mental con un efecto acumulativo.

En efecto, Fidel exhibe casi todos los síntomas que describe la Clasificación Internacional de Enfermedades que publica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Tiene dificultades en el habla, coordina torpemente sus movimientos, repite ideas paranoides y ríe en circunstancias imprevisibles. Es un viejito loco y travieso con escasos momentos de lucidez que utiliza para contar antiguas batallas o para tratar de deslumbrar al interlocutor con su infinita sabiduría, rasgo clásico del narcisista incurable que ha sido siempre.

Panteón para Castro. Para Raúl, el cuadro de deterioro mental de Fidel no es sorprendente. Ramón Castro, solo diez meses mayor que Fidel, está prácticamente loco, como le sucede a Angelita, la más vieja de todos los hermanos Castro Ruz. Pero lo grave no es que Fidel haya regresado de la sepultura, algo que Raúl no tenía en sus planes, sino que ha vuelto dispuesto a cogobernar, pese a su penoso estado psíquico, que él no es capaz de percibir y nadie se atreve a revelarle. En los cálculos de Raúl, como en el de casi todos los cubanos, a estas alturas del partido Fidel ya habría estrenado el panteón enorme que para él fabrican en La Plata, donde el Comandante tuvo su campamento cuando luchaba en Sierra Maestra.

Tal vez eso explique la tímida naturaleza de los pequeños cambios anunciados el 26 de julio. Todo sigue igual, como exige Fidel. Raúl afirmó que continuarán la planificación centralizada de la economía y los principios del régimen comunista, incluida la ausencia de libertades políticas y civiles.No obstante, avanzan hacia el pasado. Se repliegan, lentamente, sin decirlo a las claras, a 1968, cuando Cuba era, como hoy, una dictadura militar colectivista, pero con cierta actividad económica menor en manos privadas que hacía más llevadero el desastre marxista-leninista.

Destrucción empresarial. En ese año, Fidel decidió que Cuba sería el más comunista de los países y, contra el criterio de muchos dirigentes, lanzó la “ofensiva revolucionaria” para acabar con los hábitos burgueses de los cubanos emprendedores, tipos despreciables y explotadores que se movían por estímulos materiales. De un manotazo cruel e innecesario, Fidel destruyó todo el pequeño tejido empresarial que les hacía la vida más llevadera a los cubanos.

En Cuba, pues, habrá parches y no reformas estructurales, lo que ha provocado el desencanto de casi toda la población, incluidos los miembros del Partido Comunista que en el 2007, espoleados por el propio Raúl, pidieron cambios profundos que les devolvieran a los cubanos el control de sus vidas y les dieran la posibilidad de crear riqueza para beneficio propio y de la colectividad. Más de un millón de sugerencias llegaron a la oficina de Raúl y la mayor parte pedía apertura, mercado y libertades. O sea, un millón de “revolucionarios” frustrados por la actuación de Raúl, en quien habían depositado ciertas esperanzas.

¿El aporte de Raúl? La pregunta que se hacen hoy los cubanos, los comunistas del poder y los demócratas de la oposición, es qué va a pasar en el país cuándo los hermanos Castro, finalmente, mueran o la demencia senil los ponga fuera de combate. Es posible que Raúl crea que su hijo Alejandro pueda continuar la dinastía militar, como Kim Jong Il en Corea del Norte o Bachar Al Assad en Siria, herederos de las satrapías fundadas por sus padres, pero en Cuba es difícil que eso ocurra, dada la falta de legitimidad histórica del joven militar y el desaliento profundo que existe en la cúpula dirigente.

¿Por qué un Partido Comunista y un ejército desmoralizados por más de medio siglo de fracasos van a obedecer a un oscuro oficial de inteligencia, hijo de un hombre que los defraudó totalmente, si lo que prevalece entre ellos es el deseo de un radical cambio de sistema? Por no hacer una reforma profunda, Raúl va a provocar el hundimiento de la revolución. Tal vez ese sea su mejor aporte a la historia de Cuba.