Escultórico
¿Donde perdiste, Policleto
el temor a la muerte?
¿En tu remota costumbre de esculpir lo bello?
¿En el Doríforo?
¿Cómo te sientes al verlo
todavía terso el músculo
burlarse de la gloría
sin retirar el agudo bronce de su hombro?
Tú lo pensaste inmortal desde el comienzo
y le borraste los ojos
por no herir la levedad
de quienes nada dejaron en este par de milenios.
¿A quien le cedes entonces la posibilidad de quedar en los demás
si solo Fidias y Mirón se atrevieron contigo?
A nadie,
ni siquiera a quien puede reconocerte allí
donde lo bello permanece.
Cretense
Ajeno al poder de la fantasía,
al poco de leyenda que merece la historia,
alguien ha dicho, Teseo
que representas un falso testimonio del pasado.
Ha querido al desacreditar tu nombre
con el estigma del mérito apenas literario,
destruir el valor mitológico del héroe.
Ese pobre mortal nunca verá en el salto de una mujer
un pájaro volando.
No tendrá elementos para comprender
como Ariadna logró al entregar aquel hilo
salvar al hombre de la vida estéril.
La intolerancia,
lentamente,
apagará el jadeo del Minotauro que habita
su propio laberinto.