jueves, 14 de mayo de 2009





Escultórico

¿Donde perdiste, Policleto

el temor a la muerte?

¿En tu remota costumbre de esculpir lo bello?

¿En el Doríforo?

¿Cómo te sientes al verlo

todavía terso el músculo

burlarse de la gloría

sin retirar el agudo bronce de su hombro?

Tú lo pensaste inmortal desde el comienzo

y le borraste los ojos

por no herir la levedad

de quienes nada dejaron en este par de milenios.

¿A quien le cedes entonces la posibilidad de quedar en los demás

si solo Fidias y Mirón se atrevieron contigo?

A nadie,

ni siquiera a quien puede reconocerte allí

donde lo bello permanece.



Cretense

Ajeno al poder de la fantasía,

al poco de leyenda que merece la historia,

alguien ha dicho, Teseo

que representas un falso testimonio del pasado.

Ha querido al desacreditar tu nombre

con el estigma del mérito apenas literario,

destruir el valor mitológico del héroe.

Ese pobre mortal nunca verá en el salto de una mujer

un pájaro volando.

No tendrá elementos para comprender

como Ariadna logró al entregar aquel hilo

salvar al hombre de la vida estéril.

La intolerancia,

lentamente,

apagará el jadeo del Minotauro que habita

su propio laberinto.


De mi libro Pasajero del Invierno. Editorial Unicornio. La Habana. Cuba. 2001