miércoles, 27 de marzo de 2013

Patria: concepto.


 
Patria: concepto.
       
          Veintiocho kilómetros en bicicleta por la Carretera Central de una isla, catorce de ida y catorce de vuelta, un día sí y otro no, bajo un sol que se vierte como plomo derretido, bajo una lona de nubes, bajo la lluvia; soportando unos calores tan gruesos como el tronco del algarrobo, una canícula de comentario y agobio, un frio más irreal que digno, una impotencia más concreta que visual. Veintiocho kilómetros – catorce de ida y catorce de vuelta – en bicicleta, un día sí y otro no, por la carretera central de una isla, desgastando con los ojos el entorno, con la famélica experiencia la esperanza de revertir los códices, con la rutina la vida. Veintiocho kilómetros por la carretera central de una isla, en bicicleta, catorce de ida y catorce de vuelta, vaciando los huesos en los odres del pensamiento, la telúrica impotencia en una calma chicha, las ganas de renunciar al trayecto en ese litro de leche-testimonio que necesita tu hijo para sobrevivirte y que aparece un día sí y otro no, a catorce kilómetros de distancia.

jueves, 14 de marzo de 2013

Culinarias.


Culinarias.
        Ya tenemos papa en la sartén del Vaticano. Y en la olla de presión sudamericana dice Nicolás Maduro, plantilla del metro de Caracas y hoy jefe de gobierno en Venevisión, que probablemente no podrá tutankamearse el cuerpo de Hugo Chávez. Según aquel que apellido de fruto a punto de dentellada tiene, sería una verdadera lástima, pues no solo la real familia pidió la mortificación eterna del difunto, sino que hubo solicitudes con intención similar – incluso por escrito, con folio seco y extensísima firma de media página, como corresponde – emitida por alguno que otro entre los mandatarios presentes en el velorio presidencial. Digo yo que si alguno entre los allí presentes se atrevió a pedir semejante cosa, sería porque alguien más no se atrevió a tanto. A una, otra. Digo yo. Y si Maduro tomó la guardarraya del disecado fue porque le dio la gana, porque así lo quiso él; así es que ahora no venga con cuento chino, con esa impronta de locutor de radio complaciendo peticiones. De todas formas, dado que al parecer le quedaba grande la camisa de cobrador en el metro de Caracas, tal vez en el cargo de locutor de radio le queda mejor la ropa que en el que ahora ocupa. Y creo que Maduro ya se dio cuenta.

domingo, 10 de marzo de 2013

Anecdóticas.



Anecdóticas.
         Durante 5 meses, entre noviembre 2006 y abril de 2007, fecha de mi segundo salto al vacío, viví en Venezuela. Alguna que otra vez hice estancia en Caracas, casi siempre estuve en la ciudad de Barinas, estado homónimo. Fueron los días, las noches, las semanas de la peor canícula que he sufrido en la vida. Por primera y única vez sudaron mis pies. Ya sentenciada la tarde, salía a caminar hasta un céntrico parque ajedrecístico. Al regresar a casa en el humilde barrio El Cambio, me quitaba los zapatos con la misma premura con la que intenta deshacerse aquel que se quema  de un objeto hirviendo que se le impregna a la piel. Y exprimía las medias como acabadas de sacar de un cubo de agua. A esa hora tardía le nacía a las calles de Barinas una bruma caliente de sentido opuesto que nacía en el pavimento y las aceras y se elevaba metro y medio sobre el suelo. Los llanos de Venezuela son un caldero de agua hirviendo que no se agota. Horrible aquello. Sentía que me cocinaban a fuego lento, como el clásico puerco que se va dorando al vapor de los carbones que forma la leña. Caso curioso, en la acera de enfrente al lugar donde vivía, justo frente a la casa, había un prostíbulo (con tan noble dinámica laboral que de haberlo conocido Chaplin en su momento, habría reinventado a tiempo las secuencias maquinales de “Tiempos modernos”) y contiguo a este, “haciendo esquina”, una iglesia de recia raigambre católica, apostólica y romana. En esas kilométricas caminatas por las calles de Barinas, más de una vez disfruté de la confianza y el poco recato de las iguanas que saltaban a mis pies, desde los árboles que flanqueaban las avenidas, y media cuadra me acompañaban hasta que otro árbol se les antojaba como buen refugio. Justo sobre la ruta de la más suntuosa de las avenidas de Barinas (Ave. Barinas, si mal no recuerdo) y separada de aquella por una manzana que ocupaba (y supongo ocupa) un espeso parque, estaba la mansión del padre de Hugo Chávez, alcalde de la ciudad. Era otra manzana completa. De la casa apenas se veía la techumbre de los pisos altos porque los muros estilo muralla china que la rodeaban abrían la rambla solo al paso mental, a las conjeturas, a la imaginación del paseante cándido. Solía la gente saber de la presencia del patriarca de los Chávez en la ciudad, no solo por aquel ostentoso cerco de cemento o los discursos que recitaba en cualquier rincón de Barinas – su personal universo – sino además por el paso más chévere de la caravana de Hummers o Fords Expedition – según antojo – que lo delataba. Así de irónicos suelen ser los contrastes, los antagonísmos, incluyendo los materialmente ideológicos. Ahí va el padre de Chávez, le decía o me decía Rolando, un amigo cubano (hoy en Nueva York) con el que tanta tristeza compartí allí, cuando veíamos pasar la caravana. Más de una vez vi la ringlera de lujo entrar al bunker ¡Y había que oír la verborrea de aquel señor!: desde el do hasta el si, desde el amor al prójimo hasta el rechazo al capitalismo salvaje y la humildad, el pentagrama completo de los ambidiestros de la izquierda pública y la derecha privada. Cualquier cosa que “sonara” lindo al oído y pudiera hacer metástasis hasta el cerebro podía escuchársele, y lo que no se escuchaba se sugería, para dejárselo a usted de tarea, si en algo más importante no tenía que pensar. Pero no era mi caso. Ahora, tras la muerte del hijo predilecto, es posible que al padre de Chávez le bajen no solo los humos, sino también los muros. Tal vez hasta lo bajan del Ford Expedition, y del Hummer.

sábado, 9 de marzo de 2013

Del rasguño en la piedra.


 
Del rasguño en la piedra.
         En 1963, allí donde bien vale misa celebrar, Mario Vargas Llosa, “El indio” en los ambientes literarios europeos del momento, un parvulito que por aquel entonces buena pluma prometía, tuvo el privilegio de entrevistar a Jorge Luis Borges. El peruano trató a Borges con el respeto que le debe el hijo al padre; supongo yo que también con una dosis amarga de admiración. En abril de 1980 aquel gaucho memorioso recibió el Premio de Literatura Cervantes. El periodista y locutor Joaquín Soler Serrano lo entrevistó para TV Española. Y Borges, como siempre, ofreció un recital de genialidades. En algún momento Soler Serrano mencionó algunos escritores latinoamericanos que ya se despegaban del montón, y dijo Cortázar, dijo García Márquez, y dijo Mario Vargas Llosa. J.L.B habló bien del volumen de cuentos “La autopista del Sur” (Cortázar), habló muy bien de los 100 años de soledad (G.G. Márquez) y dijo no estar al tanto de la obra de Mario Vargas Llosa. Pero además, por el tono incómodo de los términos poco faltó para que soltara la pregunta: ¿y ese quién es? Si M.V. Llosa pretendió ganarse algún punto a su favor con el argentino, en el París de 1963, no lo logró. Si J.L. Borges, ya en 1980, no consideraba de rigor (a no ser que fuera de rigor mortis) la obra de Mario Vargas Llosa, por algo sería, sus razones tendría. Quizá Borges, que siempre se consideró ante todo un poeta, con el roce de sus muchos años y con sus retruécanos literarios de tipo mental, y temporal, consideró que el peso de una obra literaria se asienta más en el linaje del mensaje que propone, que en cualquier otra cosa, incluyendo la maestría de un narrador. Quizá. De cualquier manera, para mí los dos son imprescindibles.  

jueves, 7 de marzo de 2013

Tutankameando la historia.


 
Tutankameando la historia.
      El cuerpo de Hugo Chávez será embalsamado, según un ex empleado del metro de Caracas que ahora ejerce funciones de Presidente de República en Venezuela, para que todo el mundo pueda contemplarlo como a Ho-Chi Ming, Lenin y como Mao Tse Tung. Todo está dicho ahí, imposible imaginar un resumen más elocuente. Le ha tirado un cubo de mierda encima a su difunto presidente. No obstante, para abundar en hedores, le faltó mencionar nombre de otros especímenes de similar ralea a los cuales se aplicó semejante método de conservación inmaculada de la muerte: Gueorgui Dimitrov, Joseph Stalin, Kim Il Sung y su vástago Kim Jong Il, todos tutankameados con el objeto de sembrar la mala hierba del culto a la personalidad. Este ex empleado de subterráneo metropolitano no ha puesto aún el primero de sus dos pies en estrado alguno como jefe de gobierno y ya comienza a pifiar. Diría yo que los errores van delante de él, acaso dando la voz de alarma para que todo el mundo sepa lo que viene detrás.